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La Mirada de April

~ by Ruth Fernández

La Mirada de April

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Segunda Piel / Capítulo Trece

05 martes Mar 2013

Posted by April in Segunda piel

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april, libro, segunda piel

Capítulo Trece

Caminó y caminó durante horas intentando distraer su pensamiento en cada uno de los escaparates con los que iba tropezando.

Ni siquiera la moda Berlinesa y sus fantásticas tiendas conseguían rescatarla de esa idea que golpeaba su consciencia insistente y constantemente.

Se detuvo ante Blush. Una ropa interior de color nude con encaje sobre un maniquí de medidas perfectas y pechos erguidos consiguió atrapar por fin su atención y alejarla de Mario. Sólo por unos instantes. Sólo hasta que se imaginó ante él con semejante ropa interior y gesto tímido. Fue entonces cuando descubrió a través de su propio reflejo en el escaparate, una inmensa sonrisas. Aquella sonrisa contenía la emoción de un primer beso, la angustia de un desamor. Estaba repleta de esperanzas y de perdón pero también de decepción y de expectativas frustradas. Se descubrió ante sí misma como una mujer enamorada y, aunque Lucia no tenía demasiada experiencia en materia emocional, era capaz de reconocer esa estúpida y adolescente sonrisa. Un “click” se activó en su mente y también en su corazón. Sabía que se debía a sí misma, por lo menos, la oportunidad de intentarlo.  

Entró en la tienda y compró el conjunto de lencería. Quedaba en su cuerpo tal que un guante y le realzaba las curvas de una manera elegante a la par que erótico. Por un momento, estuvo tentada de llevarse también los ligueros, pero creyó que generarse de nuevo tanta expectación, no podría sino que ir contra de sí misma.

Lucia no era el tipo de mujer que tenía relaciones sexuales en la primera cita. Era una mujer de su tiempo, moderna y sin demasiados tabús en cuanto al sexo, pero en el fondo, era una romántica clásica que necesitaba sentirse –aunque no siempre lo estuviera realmente- enamorada, para verse capaz de cruzar esa línea de entrega que le parecía tan importante.

Entregar su cuerpo a otra persona no era exactamente el problema, pero sí entregar todo aquello que implicaba tener sexo con alguien tal y como Lucia lo entendía, dando hasta la última esencia de sí misma y abriendo las puertas de su alma para compartir ese momento al máximo y desde el sentimiento.

Sus amigas, a menudo, hacían bromas a su costa, pero a Lucia jamás e importó sentirse diferente en ese aspecto. Estaba segura de que esa, era la única manera en la que  sabía hacerlo.

Con la sonrisa aún enganchada en los labios, la bolsa de Blush entre las manos con el conjunto de lencería sexy y el paso un tanto más apresurado, se dirigió hacia el apartamento dispuesta a dejar que la compensaran, y dispuesta también, a conquistar un nuevo sueño.

********

Cuando llegó al apartamento Sophie no había llegado aún. Todo estaba silencioso y en calma. Pensó en hacerse un café, en darse un baño, en poner música…pensó en qué hacer cuando cayó en la cuenta de que aún no había contestado el mensaje de Mario, así que, fiel a su manera meticulosa de hacer las cosas, construyó el escenario perfecto para hacerlo.

Primero se descalzó, se recogió de nuevo el pelo en una coleta, dejó en su habitación el bolso y la agenda y se quitó la chaqueta en busca de comodidad. El apartamento era muy cálido así que no sentía nada de frío.

Calentó agua para un té y, cuando estuvo lista, se sentó en el sofá teléfono en mano.

Se sentía enormemente expectante y, con un sutil temblor de manos, recuperó de su buzón el mensaje de Mario y se dispuso a contestar.

Justo cuando estaba a punto de empezar a escribir se dio cuenta de que no había pensado en qué iba a decirle. Tenía claro que deseaba como nada en este mundo “dejarse compensar” pero tenía que ser prudente a la hora de escribir el mensaje.

¿Qué imagen quería darle? ¿Qué pretendía transmitirle? Lucia nunca fue demasiado estratega para este tipo de asuntos así que, dejándose llevar una vez más por el impulso y por la absoluta honestidad y transparencia que le caracterizaba, escribió sin más.

“Dejaré que me compenses, propón hora y lugar. Beso”

Y antes de que su razón pudiera filtrar y analizar el mensaje, ya había pulsado el botón de enviar.

La respuesta no tardó más de 30 segundos en llegar.

Como si Mario estuviera pegado al teléfono esperando el mensaje, el timbre del aparato no se hizo esperar ni siquiera el tiempo suficiente para que Lucia pudiera arrepentirse.

“360º. Te veo allí a las 8pm. XXX”

Escueto, sencillo y directo. Así era el mensaje de Mario. Tanto, que Lucia por un momento dudó si aquel, seguía siendo el Mario seductor y juguetón que había conocido dos días antes en el avión. Tan sólo habían pasado dos días, pero lucia tenía la sensación de haber vivido media vida. Algo había cambiado dentro de ella. Su mundo se estaba reconstruyendo alrededor de nuevos valores y de nuevas aspiraciones y parte de la responsabilidad, era de aquel hombre atractivo de ojos verdes y vida desconocida para ella.

Estaba lista para descubrirlo y esta vez, nada iba a impedirle saber que escondía aquella aventura.

*********

Con la sonrisa aún enganchada en los labios miró el reloj. Ya eran las 6pm. Apenas tenía una hora y media para arreglarse.

En aquel momehto se escucharon las llaves y la puerta. Sophie había regresado.

Al verse, una sonrisa de absoluta complicidad dio respuesta a todas las dudas de una y de otra. Ambas sabían qué había ocurrido pero, con la naturalidad de que quiere y acepta, no hicieron falta palabras.

– Hola querida, ¿qué tal tu primer día?

– Bien Sophie. Muy bien. Tengo un despacho estupendo, la gente es…uauuuuu! Genial y la acogida no podía haber sido mejor.

– ¡Como me alegro! – dijo Sophie sonriente y verdaderamente feliz.

Estas…radiante! ¿Algo que yo no sepa? ¿Qué tal anoche con el chico misterioso?

Ohhh! Claro!!! Sophie no sabía qué había ocurrido la noche anterior. No sabía nada del plantón ni de la borrachera ni del llanto. No le había explicado nada de lo sucedido y, en realidad, era demasiado complejo para darle los detalles ahora.

– Bien…., bueno… en realidad, anoche fue un desastre Sophie. Mario no se presentó, bueno, de hecho sí lo hizo pero yo ya me había marchado. – ¡Ya te explicaré! Dijo mientras alzaba la mirada con un gesto de absoluta exageración.

– Está bien señorita, pero recuerda que se te están acumulando el trabajo de historias pendientes por explicar –y le hizo una mueca tal que si la regañara.

– ¡Tiene usted toda la razón!

Y con una carcajada rompió el ambiente de seriedad fingida que ambas estaban representando.

– ¡Sophie! – le dijo Lucia con gesto de arrepentimiento.

– Esta noche voy a salir. Tendremos que dejar nuestra cena para otro momento ¿Desayunamos juntas?

– Pero…entonces…¿con quién? ¿Mario? – preguntó con tono de desaprobación.

– Sí. Quiere compensarme – dice- así que voy a darle la oportunidad de que se exprese y me cuente.

– Está bien Lucia. Si eso es lo que quieres…está bien.

Y Lucia supo en ese momento que Sophie estaba en desacuerdo con su decisión. No obstante, la actitud y el gesto de Sophie, no iban a hacer cambiar de opinión a Lucia. De hecho, nada iba a hacerla cambiar de opinión.

********

Para aquella ocasión escogió un vestido de seda color nude con forma evasé. Caía por encima de sus rodillas con una ligereza propia de una pluma. Acentuaba sus formas. Bajo el vestido, el conjunto de lencería comprado en Blush que escondía sus ansías más ocultas de dejarse admirar y poseer por aquel hombre. Lo cierto es que hubiera podido lucir los ligeros bajo aquel vestido, pero se sentía igualmente sexy sin ellos.

A pesar de que las chicas berlinesas estaban acostumbradas, tal y como dictaba la tendencia neoyorkina, a vestir sin medias, Lucia no consiguió acostumbrarse a la temperatura gélida de la ciudad y decidió ponerse una medias en color natural.

Dejó su pelo suelto, maquilló sus mejillas y sus ojos y perfumó los rincones más comprometidos listos para ser descubiertos. Estaba decidida. Aquel hombre le gustaba con locura y esa noche, nada iba a impedir que sus intenciones de conquistarlo se viesen acechadas.

Al salir de la habitación se encontró con Sophie. Los ojos de ésta se abrieron de par en par y ni siquiera intentándolo, pudo evitar que Lucia se diera cuenta de su gesto de sorpresa.

– ¿Voy demasiado….no se! demasiado?? – dijo Lucia con la inseguridad de quien teme decepcionar.

– Nooo. Estás….esto….!!estupenda!! – es un hombre afortunado.

– Gracias Sophie. Voy a marcharme antes de que se ma haga tarde.

Salió por la puerta echa un puñado de nervios. Cierto! Nunca antes se había sentido tan decidida y nunca antes había tenido tan claro qué sentía por Mario. Era su noche y todo iba a ser perfecto. Iba camino a conquistar aquella situación con las ideas muy claras. Primero, le pediría explicaciones y le preguntaría acerca del incidente de la noche anterior y después, quería saberlo todo acerca de él. Sin zapatos y con una copa de vino, liberados de cualquier presión, con la libertad que sólo te da el querer entregar hasta el último secreto. Explicándose la vida y exprimiendo hasta el último momento. Era su noche sin duda y iba a conquistar ese momento.

Llegó al restaurante. Las piernas apenas se le sostenían de manera rígida. Pero, ¿por qué estaba tan nerviosa? Por un momento sospechó que podría ser que él no estuviera. Por un momento sintió el miedo de no encontrarle allí.

Llegó a la última planta. Las vistas desde allí eran realmente espectaculares. Miró hacía derecha e izquierda en un intento de contemplar y atrapar con sus cinco sentidos aquella maravillosa imagen. Podría haber jugado a la caza de monumentos como cuando era niña, pero en ese momento, tenía cosas más importantes que hacer. Un camarero vino en su búsqueda y le indicó la mesa dónde la estaban esperando, y allí estaba él. Impecable.

Avanzaba por aquel pasillo acristalado con su mirada clavada en la mirada de Mario. Les separaban unos 15 metros  pero, a pesar de la distancia, podía advertir perfectamente el brillo de sus ojos y sentía su sonrisa.

Mientras caminaba, lentamente y dejándose observar, el vestido acariciaba sus muslos y sentía el encaje de la ropa interior sobre su piel. Esa sensación le hacía sentir sexy y a juzgar por su paso firme y su caminar elegante,  Lucia se sentía poderosa y iradiaba belleza.

– !Hola! – dijo Lucia con un hilo de voz practicamente inapreciable.

–  Buenas noches Lucia . Puntual.

Su tono era sereno e incluso divertido. Lucia sintió como si se conocieran de toda la vida.  No había nada extraño entre ellos. No habían barreras, no habían obligaciones, eran unos perfectos desconocidos pero entre ellos fluía una magia digna de las relaciones más veteranas.  Lucia se sorprendió de que Mario no se justificara a la primera oportunidad de lo que había sucedido la noche anterior. Le pareció extraño que no le pidiera disculpas y, aunque el hecho de no sacar el tema ayudó a que el principio de aquella noche fuese más dulce, en realidad se extrañó de que obviara su error de una manera tan natural.

Empezaron con una copa. Lucia agradeció enormemente aquellos sorbitos de champagne, necesitaba rebajar tensiones y sentirse menos nerviosa. Pero, ¿qué capacidad tenía aquel hombre para hacerle perder los papeles? Fuese como fuera, Lucia en ese momento estaba absolutamente entregada.

Después de empezar con el primer plato que gentilmente escogió Mario por ella, la conversación se fue animando. Rieron, compartieron y se explicaron. Se miraron y se mimaron. Se desearon y se aprendieron.  Incluso por un momento, sus piernas se rozaron casi sin intención por debajo de la mesa y de nuevo ese escalofrío le recorrió la espina dorsal a Lucia y, a juzgar por el gesto repentino de Mario, también él debió sentirlo.

Ninguno de los dos había pronunciado aún la pregunta temida. Él esperaba el momento de la misma manera que lo esperaba ella, aunque ninguno de los dos se atrevía. Sabían que el momento llegaría pero tenían tanto miedo como ganas. Lucia le dió un último y gran trago a su copa de champagne y mirandole a los ojos fijamente se atrevió, interrumpiendo así su discurso animado.

– Mario, ¿hay alguien en tu vida? – su voz entonces se volvió aún más temblorosa.

– Sí Lucia. Hay alguien. Se llama Rebeca y llevamos saliendo algunos meses pero…lo que he sentido desde el primer momento que te ví…es….tan especial que…..

Lucia sintió una punzada en el pecho que la destrozó. Sus ojos se humedecieron, sus musculos se aflojaron y sintió una especie de pánico que no era capaz de controlar. Intentó pensar lucidamente en cuál era la respuesta más adecuada pero tan sólo fué capaz de cerrar los ojos y suspirar. Le miró moviendo la cabeza de un lado a otro negando la verdadera evidencia sin querer creer lo que acababa de oir, y sólo fue capaz de  volver a mirarlo con los ojos llenos de decepción y decirle  con un hilo de voz…

– Esto no va a ningún lado. Acabas de romper un sueño. Llévame a casa, estoy cansada.

y Mario, asumiendo que sus palabras estaban repletas de rotundidad, no pudo más que asentir con la cabeza en un gesto de aprobación y indicarle al camarero que trajese la cuenta. 

Continuará….

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Segunda Piel / capítulo doce

12 martes Feb 2013

Posted by April in Segunda piel

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Capítulo Doce

Una luz brillante y limpia se colaba a través de los visillos de las ventanas. Un nuevo amanecer en Berlín.

Los primeros movimientos de Lucia entre las sábanas aún eran lentos, tímidos, y sus piernas estaban todavía algo engarrotadas. Sentía como si viniera de correr una media maratón y tenía un ligero dolor de cabeza propio de una resaca adolescente.

Giró su cuello para dirigir la mirada hacia el despertador, eran las 7. Frotó con ambas manos su cara y se escondió tras ellas durante unos segundos. No estaba muy segura de lo que había ocurrido la noche anterior pero se sentía distinta.

A decir verdad, el ritual matinal no era uno de los preferidos de Lucia. Solía sentirse perezosa y cansada y adoraba dormir hasta tarde, aun así, sabía que hoy era un día importante, y poco a poco, con calma y resignación, fue levantándose de la cama.

En quince minutos ya se había duchado y lavado los dientes.

– ¡Mi pelo!…-se dijo a si misma frente al espejo- y con la resignación de quién pasa por ese momento día tras día, optó por un recogido medio despeinado.

Dedicó los siguientes diez minutos a escoger con suficiente inteligencia la ropa que se iba a poner. No pretendía destacar demasiado pero quería ir elegante y profesional. La primera impresión iba a ser importante y, a pesar de que con Mattew habían tenido alguna videoconferencia y ya se conocían virtualmente, Lucia estaba convencida de que en el primer cara a cara se definían las simpatías que marcaban cualquier tipo de relación.

Se decidió por un traje de chaqueta azul marino con raya diplomática. Una camisa blanca, unos zapatos de tacón en tono crudo y un collar babero ajustado al cuello. Poco maquillaje, un ligero toque de brillo en los labios y rímel.

– Suficiente. –pensó.

Recogió su agenda, su bolso y el manual de bienvenida que había impreso justo antes de viajar hacia Berlín. No le iría mal darle un último repaso.

Salió de la habitación dirección al comedor mientras se preguntaba si Sophie estaría ya despierta, pero al llegar a la cocina supo que no. Había una nota sobre la nevera:

“He preferido llegar pronto al despacho hoy, espero que no te importe. Estoy segura de que te defenderás sola. Hay café hecho. Te llamo luego. Bso, Sophie”

Bueno…a decir verdad, al leer la nota sintió cierto alivio. Enfrentarse a más de una situación difícil en un sólo día era agotador y ya iba a tener bastante con su primer día de trabajo.

Se tomó un café, releyó el manual, se retocó el gloss de los labios y cogió su abrigo. Justo antes de abrir la puerta se miró en el espejo que había en el recibidor y, como si de una dinámica de estudiantes de teatro se tratara, se habló a sí misma para comprobar su ensayado tono convincente.

-¿Lista Lucia? Lista! – se contestó a sí misma.

Y regalándole una última sonrisa a su propio reflejo salió del apartamento.

En su primer día prefirió tomar un taxi. El transporte público en Berlín era fantástico pero, para ser su primer día, prefirió asegurar la hora de llegada y evitar perderse.

Era increíble la actividad que se desprendía de la ciudad a través de los cristales del taxi. Gente que caminaba deprisa y concentrada. Madres con niños, señores trajeados, indumentarias alternativas…Millones de bicicletas a pesar del frío y multitud de pequeños comercios donde servían el café para llevar y esas rosquillas tan características de la ciudad.

Era apasionante el ritmo que se respiraba con tan solo observarles a través de aquellos cristales.

El despacho donde Lucia iba a trabajar estaba ubicado en un lugar de la ciudad muy céntrico. Excesivamente quizás. En Unter den Linden, justo delante de la puerta de Branderburgo. Una avenida amplia y preciosa donde era imposible sentirse sólo.

Llegó con tiempo de sobras, así que decidió ir a tomar un café antes de subir. Lucia odiaba la impuntualidad y siempre que las circunstancias se lo permitían, y eso era casi siempre, llegaba con tiempo suficiente para evitar imprevistos. Odiaba la impuntualidad…y en ese momento, al ser consciente de esa característica tan suya de llegar pronto a los sitios, regresó a su mente en forma de castigo el retraso de Mario la noche anterior.

Cogió el móvil y volvió a leer los mensajes que Mario le había escrito y las llamadas perdidas. Intento analizar, en un ejercicio simultaneo de calcular, entender, asumir y perdonar, el “por qué” de su plantón. Creyó que quizás no era tan imperdonable el hecho de que hubiera llegado tarde sino, que el verdadero problema eran las expectativas que ella se había trazado con respecto a él. Probablemente si Mario hubiese sido una persona que no le hubiera importado lo más mínimo, no se habría enfadado tanto. En definitiva y para ser justos…él la llamó! Pero era tanta la ilusión que Lucia tenía depositada en aquella cita que la desilusión fue enorme y el dolor y el sentimiento de frustración  irreparable.

Con ello, a través del análisis que estuvo haciendo de la situación vivida la noche anterior, Lucia se convenció una vez más, de que Mario le gustaba demasiado. Y se rindió a la evidencia. A pesar de no conocerle, a pesar del plantón, a pesar de ser una historia tan surrealista, a pesar de Andre, a pesar de ella misma. A pesar de todas las circunstancias –todas ellas adversas- ella no podía dejar de pensar en él y acarició la idea de volver a verle e incluso, de perdonarle. En ese momento sintió de nuevo ese escalofrío que experimentó por primera vez cuando vio a Mario y que se había repetido cada vez que le tenía cerca y asustada, giró bruscamente su cabeza a un lado y a otro de la barra, con la esperanza de encontrarle, pero en aquel café sólo encontró gente desconocida que le robaron la sonrisa y la ilusión que por un momento había aparecido en sus labios.

Miró el reloj. Las 08:45, momento de irse. Y así, dejando en la butaca de aquel café la idea esperanzadora de volver a ver a Mario y perdonarle, se dirigió a conocer a sus nuevos compañeros.

……………………

Al abrirse las puertas del ascensor le sorprendió la imagen tan dinámica que se vivía en el “hall” de la oficina. Verdaderamente esquizofrénica! Gente de arriba abajo, carreras por los pasillos y personas reunidas en unas salas que eran como grandes peceras acristaladas.

MPI Group era una de las empresas de Comunicación más importantes dentro del sector a nivel internacional. Con sede en Nueva York, Brasil, Costa Rica, Paris, Londres y otros muchos países, allí, se forjaban las mejores campañas de publicidad del mundo. Su estancia en aquella oficina era una especie de “beca” para colaborar con una gran cuenta y aprender de Mattew, Gibson, el que sería su jefe durante los próximos 6 meses, todo lo mejor.

Mattew era de origen americano, tenía  52 años, estaba soltero y era bastante atractivo pero, sobre todo, era un genio de la comunicación.

Había desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en los países latinoamericanos impulsando así el ámbito publicitario en las zonas menos desarrolladas en cuanto a comunicación. Ello, le había permitido adquirir un español prácticamente perfecto y un carácter demasiado extrovertido para ser del norte de América.

Él mismo fue quién escogió venir a dirigir la oficina de Berlín y desde hacía dos años era el General Manager responsable de unos resultados verdaderamente increíbles. Desde luego iba a ser para Lucia el mejor de los maestros.

– Guten Morgen. Wie kann ich helfen?

– Guten Morgen, ich bin Lucia Alvarez. Ich erwartete Mr. Gibson.

– Ohhh! Lucia. Bienvenida. Mi nombre es Carol. Te estábamos esperando. El Sr. Gibson está en su despacho. Acompáñame.

– Gracias Carol! – dije con media voz  y sorprendida por su  perfecto español.

Se levantó de su sitio y con un gesto más que amable le indicó a Lucia para que la siguiera.

Carol caminaba erguida y con paso seguro. Parecía más una modelo que una recepcionista. En ese momento, Lucia se preguntó a sí misma si a las recepcionistas les hacían una especie de prueba de belleza, porque realmente, impresionaba dejarse guiar por semejante mujer. Estaba claro que era la primera impresión que alguien se iba a llevar de la empresa y esos detalles había que cuidarlos. Se alegró entonces de haber escogido el traje de chaqueta azul con raya diplomática y sintió, que no desentonaba con el entorno.

Pasaron delante de varias puertas hasta llegar al final del pasillo. La puerta del Sr. Gibson estaba abierta, y en su interior estaba, de pie junto a su mesa mientras hablaba con un teléfono inalámbrico al tiempo que paseaba por el despacho, su inminente jefe.

Su respuesta al ver a Lucia fue inmediata.

– ¿Puedo llamarte al final de la mañana Harry?- Preguntó a su interlocutor.

La respuesta debió ser un sí porque automáticamente Mattew colgó el teléfono.

– Lucia!!! Bienvenida!! – dijo mientras se dirigía a Lucia para abrazarla

– Gracias Carol. Puedes retirarte – le dijo con un tono mucho más serio a la estupenda recepcionista.

– Ven, pasa. Siéntate. ¿Qué tal tu llegada? ¿Has tomado café?

– Sí, sí. Muchas gracias Mattew. Llegué pronto y tomé un café justo aquí abajo antes de subir.

– Bueno…tendré que enseñarte tu despacho y la oficina. ¿Qué te ha parecido a primera vista?

– Ufff! ¡Da vértigo ver el ritmo con el que se trabaja!   – y justo cuando acabó de decir la frase, pensó en si había sido o no conveniente.

Tal vez iba a parecerle una estúpida inexperta asustadiza, o tal vez creería que no sería capaz de seguir el ritmo….así que, Lucia, rápida de reflejos, siguió con la frase:

– Pero me gusta. En realidad me gusta – y con una de sus mejores sonrisas zanjó la frase.

– Me gusta que te gusta Lucia – contestó Mattew.

Era divertido escuchar el acento de Mattew  mientras hablaba. Había pasado mucho tiempo en Costa Rica, pero   su lengua nativa asomaba en forma de acento inevitable y aplicaba el ritmo que utilizan los alemanes cuando habla. Una mezcla curiosa. 

-Vamos Lucia. Voy a enseñarte tu despacho.

-Cuando quieras –contestó Lucia emocionada.

Prácticamente todas las paredes eran de cristal. Tenía tanta luz que el departamento de riesgos laborales debería exigir usar gafas de sol para trabajar. Era absolutamente precioso. Espacioso y blanco. Todo allí era blanco. Un magnifico MAC presidia la mesa junto con un bote lleno de lápices, blancos también, con la inscripción MPI.

– ¿Y bien? – Preguntó Mattew seguro de sí mismo y con la certeza de que Lucia estaba encantada y emocionada.

– Bueno…esto es…prefecto!

– Me alegra que te guste Lucia. No podíamos hacer menos por ti.

– Gracias Mattew.

– Vamos, te presentaré al resto de tus compañeros.

Durante las siguientes tres horas conoció al resto del equipo. Había gente de todas las nacionalidades pero, sorprendentemente, mucha gente hablaba español. Según le comentó Mattew, uno de los buques insignia de la empresa era la oficina de Barcelona y el castellano era una lengua muy valorada dentro de la empresa. Barcelona era una ciudad especialmente líder en cuanto a materia de publicidad. 

-Lucia, debes estar agotada. Le dije a Mia que reservara restaurante para que fuésemos a comer. ¿te parece bien?

– ¡Claro! Por supuesto. Eres el jefe. Tú mandas. –  y soltó una carcajada.

– Perfecto. Si te parece nos vemos en recepción dentro de quince minutos.

– Ok 

Lucia regresó a su despacho y probó, por primera vez,  como se sentía sentada en aquella silla y detrás de su escritorio. A decir verdad se sentía bien. Se sentía  importante. Le gustaba la sensación que le había causado Mattew y el resto de sus compañeros.

Su mesa permanecía desnuda todavía. Seguramente en pocos días tendría una montaña de papeles para gestionar. Era la última en llegar por lo que sospechaba  que sería quién gestionara la parte menos interesante de los proyectos. Era normal,  en cualquier empresa ocurría, aunque, no tenía demasiado claro que eso fuese así. Sentía  que de algún modo Mattew le tenía una especial simpatía y la protegía.

O…tal vez él fuese así de amable con todo el mundo, quizás sólo se tratase de una primera actitud estratégicamente pensada para impresionar, quizás Lucia le gustaba, o tal vez era un cabrón en toda regla que se convertiría en cuanto Lucia firmara el contrato. No era momento de pensar…ya se vería con el tiempo pero, una cosa tenía clara, Mattew parecía un buen tipo.

Lucia miró el reloj una vez más y se dio cuenta de que ya era la hora. Se levantó de su mesa y cuando se dirigía hacia la puerta, a través de los cristales, vio como llegaban dos mujeres.

Una de ellas era muy guapa. Iba vestida con un traje de chaqueta blanco y tenía una melena rubia y larga. Parecía alemana. Alta y corpulenta. La otra chica era más bajita y morena y por cómo se movían y hablaban, parecía que la chica rubia era la jefa.  Deberían venir de alguna reunión y Lucia no las había visto antes.

Al salir por la puerta prácticamente se chocaron y Lucia tuvo que frenar en seco para no llevársela por delante.

– Uisss! Perdón! Casi chocamos.

– Cuidado! Gritó

– Hola. Lucia Alvarez – y adelantó su mano en busca de ser estrechada.

– ¿Lucia? – Tú debes de ser la chica española de Mattew…

– Ehh, mm, sí. Supongo que esa debo ser.

–  Karen.  Soy Karen.

– Hola Karen. Es un placer conocerte.

El tono de voz de aquella mujer era frío y distante. Su mirada contenía desconfianza.  Miró a Lucia de arriba abajo y Lucia se sintió muy incómoda. No entendía demasiado bien el por qué de tanta hostilidad y tampoco el por qué de esa afirmación que le había hecho “la chica española de Mattew”. Lucia no pretendía ser favorita de nadie pero tampoco le molestaba la simpatía de su jefe.

–  Ehhh, perdona pero, me esperan. Nos veremos por aquí supongo. – dijo Lucia con tono un tanto intimidada.

– Sí. Nos veremos. Ciao!

Y con tono y caminar de diva siguió por el pasillo.

Lucia siguió hacia la puerta y se encontró allí con Mattew que charlaba amigablemente con Carol.

– ¿Vamos?

– Vamos! – dijo Lucia.

……………… 

Después de haber comido Mattew le recomendó a Lucia que se marchara para casa. Al dia siguiente ya haría la jornada completa.

No quería aprovecharse de su simpatía, y mucho menos después del comentario de Karen pero lo cierto es que estaba agotada. No había descansado apenas la noche anterior y había sido una mañana de bastantes emociones así que aceptó.

Al despedirse de Mattew pensó en volver a casa un rato caminando. No hacia mala tarde y tenía tiempo. Un poco de aire fresco le vendría bien para poner en orden algunas ideas. Mario, Sophie….En ese momento recordó que no había llamado ni escrito a Sophie y ello le hizo pensar que la noche anterior, también ella la escuchó. Probablemente ambas se sentían avergonzadas y dejar pasar el día era una buena táctica para relajar los ánimos.

Pensó entonces de nuevo en Mario. De hecho, jamás había dejado de pensar en él.

Cogió el teléfono del bolso para enviar un mensaje y, al encender la pantalla, tres globitos indicaban que tenía tres whatsapp. Olvidó que tenía el teléfono en silencio y por eso no lo había escuchado.

Uno de ellos era de Sophie, otro de Mario y el ultimo de Andre. 

Sentía tanto miedo por leer el mensaje de Mario  que decidió dejarlo para el último.

“¿Todo bien? – No he querido escribirte ni llamarte porque imagino que estarás a tope. ¿Cenamos juntas y me cuentas? Un beso, Sophie”

El tono era cálido Probablemente  Lucia tenía demasiadas tensiones acumuladas pero, parecía que la relación entre ellas era la de siempre.

“¿Sigues viva? Se te echa de menos. Besos, Andre”

Bueno! Al parecer Andre seguía ahí. Se sintió culpable por un momento por no haberle escrito y una ligera sonrisa apareció en sus labios al leer su mensaje.

Por último se decidió a abrir el mensaje de Mario.

“Déjame que te compense”

No decía más. Ni una despedida, ni un “lo siento” ni un reproche…Mario quería compensarla.

Lucia no pudo más que sentarse en un banco y leer una y otra vez el mensaje.  Algo le decía que debía meditar la idea de volver a verle. En su  interior sabía que era una relación que no la llevaría a ningún lado pero, era tan fuerte el deseo que no era dueña en realidad de su propia respuesta.

Permaneció allí sentada durante mucho rato…y sin haber tomado una decisión, se levantó, empezó a caminar y se llevó consigo todas las dudas,  los miedos y la excitación de una aventura. Sin ser capaz de arrancar de sí misma la voluntad de volver a sentirse cerca de él y probar sus labios, aunque esa fuese la primera y la última vez.

Continuará….

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Segunda Piel / Capítulo Once

22 martes Ene 2013

Posted by April in Segunda piel

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Capítulo Once

Debía de ser muy tarde. Unas risas escandalosas irrumpieron en el sueño recién conciliado de Lucia. Tras la ventana, el  cielo de Berlín era oscuro y de aspecto frío. Le pareció haber estado soñando. Aquella noche, las lágrimas todavía de resaca en sus ojos, el paquete de cigarrillos acabado y el cenicero lleno de colillas a medio fumar, y los restos del alcohol que Lucia había tomado la noche anterior para ahogar sus penas. Su cabeza daba vueltas y tenía un horrible sabor de boca.

Todos los esfuerzos que hizo por olvidar a Mario la pasada noche, habían sido en vano y, a cambio, seguía sintiendo la misma rabia y la misma decepción además de una buena borrachera justo el día antes de empezar en su nuevo trabajo.

Todo el sueño dorado que le pareció estar viviendo desde que llegó, se había esfumado en esos 2 minutos que separaban la llegada de Mario a la puerta del Deutsch Opera, de su huída e aquel taxi testigo de sus primeras lágrimas.

Rescatada de esa horrible sensación, volvió a escuchar las risas que provenían de la calle y miró el reloj. Eran las 3 de la madrugada, y sintió curiosidad.

Asomó tímidamente a través de las cortinas de gasa blanca que cubrían las ventanas hasta alcanzar ver la calle y pudo ver a una Sophie desmelenada.  Absolutamente desinhibida y alocada. Una Sophie que jamás antes había visto. Fresca, divertida y jovial. Se reía mientras bromeaba con otra mujer a quién Lucia no había visto antes. Era joven, de complexión delgada y, por su aspecto, probablemente extrajera.

Sintió una especie de curiosidad por seguir observado. Una de las aficiones preferidas – e inconfesables- de Lucia, era mirar a través de las ventanas para observar la vida tras ellas. Le gustaba mirar cómo la gente vivía, desde la naturalidad y la ignorancia de saber que eran vistos.   

Miró a Sophie  con asombro descubriendo a una nueva Sophie que jamás antes imaginó.  Sintió que estaba haciendo algo prohibido y esa sensación, la llenó de un placer difícil de describir. Notó como repentinamente sus reflejos se agudizaban por mirar sin ser vista y al mismo tiempo, como los efectos del alcohol se iban disipando. Ella no lo sabía pero, en ese momento, no pensaba en Mario.

La chica de complexión delgada cogía a Sophie por la cintura y la zambaleaba como intentándola hacerla bailar mientras reían. Sus manos no carecían de intención. Entre ellas, se observaba un juego sensual. Un lenguaje de seducción muy explicito que jugueteaba entre los límites del alcohol y la voluntad de aquella chica de acariciar el cuerpo de  Sophie.  Y Sophie, se dejaba querer.

Las risas y el juego continuaban y las manos de aquella jovencísima chica cada vez tomaban una dirección más insinuante.  Un vecino  alarmado le llamó la atención y ellas, con una carcajada contenida, pusieron silencio a su juego. Pretendiendo ser discretas, se apartaron de la mitad de la carretera y se cobijaron en un portal, con la suerte para Lucia, de que el portal fuese el de delante de la ventana, donde ella, agazapada tras las cortinas y ejecutando su labor espiatoria, podía continuar mirando como aquel juego, pasaba de ser una simple escena de chicas bebidas, a un cortejo.

A pesar de su corta edad,  aquella chica arrinconó a Sophie contra el portal y le acarició la mejilla. Deslizaba su mano sobre su cara llevándole los dedos al interior de su boca. El gesto de timidez de Sophie se podía apreciar desde aquella ventana.

– ¡Dios mío! – pensó Lucia. A Sophie le gustan las chicas…..

Por un momento, Lucia sintió que su amistad podría cambiar. Saber que a su mejor amiga le gustaban las chicas le hacía plantearse cuantos millones de veces se habían desvestido juntas y incluso hablado de sexo. Le hacía sentir incomoda el hecho de pensar que tal vez, las intenciones de Sophie con ella fueran distintas, pero lo cierto, es que lo que más le indignaba, es que no hubiera confiado en ella como para contarle semejante cosa.

– ¿Quizás no es lesbiana y esto sólo es producto de una noche alocada y de borrachera? – quiso convencerse.

Pero lo cierto es que mientras pensaba, no podía dejar de mirar.  Había estado los últimos tres días sometida a una tensión sexual creciente que no había podido desahogar y, aquella situación, la estaba excitando más de lo que ella hubiera esperado.

La mano de aquella mujer desconocida jugueteaba con la lengua de Sophie y con la otra mano, buscaba sus pechos bajo la blusa. Aún no se habían besado y aquel, era un momento que Lucia esperaba de manera inconsciente.

Sus cuerpos empezaron a mezclarse, con caricias rebosantes de placer y cuerpos que se retorcían con cada caricia. La situación era doblemente excitante para Lucia. Por un lado, aquella escena de sexo contenido entre dos mujeres…nunca imaginó que ver a dos mujeres consiguiera hacerla excitar tanto. Por otro lado, el hecho de espiar a través de aquellas ventanas. Era fascinante y cada vez más, los pechos de Lucia empezaron a erguirse y su sexo empezó a humedecerse. Se sentía abrumada pero nada podía conseguir que retirara la mirada de aquella ventana y de aquella escena.

La delgada chica desconocida intentó besar a Sophie y ella, de manera refleja, retiró la boca. En aquel momento Lucia intuyó que Sophie no era una habitual de las prácticas lésbicas, pero tampoco estaba segura.  La chica lo intentó por segunda vez, pero Sophie de nuevo retiró su boca.   EL cuerpo de Sophie empezó a mostrarse más rígido, más distante y cuando aquella chica de nuevo intentó traerla hacía si, Sophie se separó de los brazos de aquella amante hambrienta y cruzaron algunas palabras.

Lucia no conseguía entender  que se decían pero, por los gestos y la expresión de Sophie, parecía que aquel romance nocturno y callejero no iba a acabar entre sábanas.

Lo cierto es que sería difícil saber si aquella negativa por parte de Sophie le había decepcionado o por el contrario, le había alegrado a Lucia. Era tanta la excitación que Lucia sentía, que con tan sólo volver a recordar la escena podría alcanzar un orgasmo. Estaba tan sorprendida por la actitud de Sophie que  ello le impedía darse cuenta de cuánto le había gustado ver a aquellas dos mujeres  tocarse. Recordó en ese momento las miles de veces que en conversaciones con amigos se había dicho que todos llevamos un homosexual dentro de nosotros. Y tantas veces lo había escuchado que, a decir verdad, incluso más de una vez había hecho suyas esas palabras convencida de que era cierto. Y tal vez fuese cierto. Tal vez todos nosotros teníamos un homosexual dentro de nosotros mismos capaz de hacernos sentir deseo y  placer. Aquella situación era muy extraña y además, terriblemente excitante. 

Cuando se hubieron despedido, Lucia corrió hacia su cama  por miedo a ser descubierta.  Se metió debajo de las sabanas pero, sentía tanto calor, que tuvo de despojarse de la colcha que le cubría para aliviarse.

El calor, evidentemente,  manaba de dentro de ella y, haría falta mucho más que despojarse de ropa para aliviar la temperatura.

Pensó rápidamente si debía hacerse la dormida o por el contrario levantarse y explicarle a Sophie todo lo que había ocurrido. Evidentemente abordar el tema de que la había visto casi besarse con otra mujer no era una conversación fácil de arrancar. No sabía si iba a ser capaz de disimular o de contener la necesidad de preguntarle a Sophie por aquello.  

Escuchó la puerta abrirse con poca discreción y mucho jaleo. Quizás Sophie pensó que Lucia no habría llegado o tal vez, aun andaba demasiado borracha como para ser cuidadosa al entrar en casa.  Lucia mientras tanto seguía escondida en su cama, llena de preguntas, húmeda  aún por el placer de haber visto ilícitamente a aquellas dos mujeres y con la excitación derivada del montón de experiencias nuevas que había vivido en los últimos días.       

Entró en el comedor y hizo ruido. Lo cierto es que en el silencio de la noche hasta una respiración puede ser advertida  a mucha distancia y Lucia, respiraba de manera agitada. ¿Era el miedo o tal vez la excitación? Se escuchó como Sophie abría la nevera y bebía algo de allí. Se abrieron armarios, puertas y se encendieron luces sin pretender ser discreta. Cuando hubo acabado, apagó las luces y se dirigió a su habitación.

Al llegar a la puerta de la habitación de Lucia, sus pasos se detuvieron. Como si de escapar de un ladrón se tratara, Lucia interrumpió su respiración tanto como pudo para no llamar la atención de Sophie. No movió un milímetro de su cuerpo, apenas respiró, y se mantuvo inmóvil hasta que Sophie empezó a caminar de nuevo, pero con dirección hacia la cama de Lucia.

– ¡!Ohhh Dios mio…Oh dios mío….!! Viene hacia aquí – pensó Lucia aterrorizada.

Su respiración se volvió más agitada, su cuerpo se estremeció, su miedo iba en aumento y aquella sensación le estaba proporcionando más placer del que jamás imaginó.

Sophie se acercó a la cama y después de haber observado a Lucia durante unos segundos, que a Lucia le parecieron horas, le acarició el pelo, la mejilla y susurró:

– Buenas noches Luchi. Que descanses – dijo en voz baja y en tono maternal – y caminó  hasta la puerta para desaparecer de la habitación.

Aquel momento resultó interminable. Aquella sensación era tan nueva para Lucia que no tenía herramientas suficientes para gestionarla sin hacerse demasiadas preguntas:

-¿Quién era realmente ella?, ¿¿Qué sentía por Sophie? ¿Habría cambiado su relación con respecto a ella? ¿Confiaría de la misma manera? ¿Le excitaban las mujeres? – Todas aquellas preguntas y otras azotaban la consciencia de Lucia mientras, no podía obviar ni evadir aquella sensación de excitación que la continuaba invadiendo.

Se apagaron las luces. Miró de nuevo el reloj y ya marcaban las 3:45 de la madrugada.

– ¡Tengo  que dormir!   ¡Tengo que dormir!– pensó.

Al otro lado del pasillo, en la oscuridad de la madrugada, aún se escuchaban claramente los movimientos de Sophie en su cama dando vueltas.  Ir y venir de sabanas que buscaban la manera de acomodar y cobijar el sueño de Sophie. Aquella situación, la vivida con la chica de complexión delgada, probablemente también era nueva para Sophie. No podía dejar de pensar  ni de escuchar.  La sorpresa no le dejaba conciliar el sueño. Los movimientos de Sophie se amplificaban una y otra vez en su mente, la respiración de Sophie llegaba hasta el otro lado del pasillo en forma de suspiros….no! no eran suspiros, ¡eran jadeos!. Sophie estaba desahogando su excitación consigo misma. Se estaba masturbando y Lucia, escuchaba claramente los gemidos de Sophie.

Su entrepierna empezó a humedecerse. Sus pezones se endurecieron y su boca se abrió dejando ir pequeños suspiros inconscientes. Estaba muy excitada.  Se tapó los oídos con las manos queriendo escapar de aquella sensación, pero, la escena que había visto, ellas dos a punto de besarse, los gemidos de Sophie…..Nada podía apartarla de ese pensamiento. Se dio cuenta de que también ella necesitaba alcanzar el clímax, se dio cuenta de que todo aquello la había llevado a sentir un placer que, ni podía, ni probablemente quería evitar.

Inconscientemente, como si de una marioneta a la que le dirigen las manos se tratase, empezó a deslizar sus dedos por entre sus piernas hasta llegar a su  sexo.  Su respiración se agitó tanto que, probablemente, Sophie también pudo alcanzar a oírla, pero en ese momento, no supo ni pudo calibrar la intensidad de sus gemidos. Se dejó llevar. Sencillamente se entregó al placer que ella misma se estaba proporcionando sin querer pensar en qué o quién le había inspirado tal deseo. Le bastaron cuatro caricias para alcanzar el orgasmo y en un grito ahogado contra la almohada, dejó ir la tensión de las últimas horas y con ella, también se disiparon la rabia y la pena, la indignación y la confusión, el alcohol y los miedos. Con aquel suspiro, se fueron los fantasmas que la habían desarmado y durmió. Placida y sosegadamente. Durmió, como si la última noche, formara parte de otra vida, o tal vez como si aquella noche, fuese el inicio de una vida distinta que se disponía a vivir. 

Continuará….

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Segunda Piel / Décimo Capítulo

15 martes Ene 2013

Posted by April in Segunda piel

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Capítulo Décimo

Encontró su vieja pitillera de piel marrón y cogió uno de sus últimos cigarrillos. Cada vez que encendía uno se prometía a sí misma que debía dejarlo.

Lo encendió y después de dar dos o tres caladas, sus nervios no desaparecieron, su indignación seguía en aumento, y el tiempo transcurría sin compasión por esa sensación de abandono que estaba sintiendo.

Miró el reloj una y otra vez sin dejar apenas tiempo a que las agujas del reloj avanzaran.

En ese momento, un señor con traje oscuro y de apariencia robusta se acercó a ella, y en un inglés no nativo le dijo:

– Disculpe señorita, la opera está a punto de empezar. Vamos a cerrar las puertas del auditorio.

El tono de voz de aquel señor era compasivo. Probablemente sospechaba que aquella, era una situación de plantón y sentía lástima por Lucia. ¿Lástima? Era justo el sentimiento que Lucia no podía consentir para consigo.

– Gracias. Había quedado con alguien pero….está claro que ese alguien no llega.

– Lo siento. – comentó el señor con voz prudente y gesto de decepción.

¿Cómo podía haberle hecho algo así? Había que ser muy canalla para quedar con alguien en una ciudad nueva y prestada y dejarla plantada. Pensó, mientras acababa su cigarrillo, que posiblemente debería haber una razón, pero no quería ni tan siquiera darle el beneficio de la duda. El resultado de cualquier combinación que ella pensara para justificarlo no tenía ningún sentido. Ni siquiera la había llamado para avisarla.

En ese momento, justo en ese instante, fue consciente de que le importaba demasiado que él no hubiera venido.

Lucia sintió una punzada en el pecho que la impedía incluso respirar. Se sentía mal, abandonada y sobretodo, estúpida. Estúpida por haber creído en un desconocido y haber permitido que su instinto la ilusionara hasta el punto de creer que Mario era un buen tipo y que entre ellos, podría existir una química especial. Se sentía absolutamente defraudada por ella misma porque no había previsto que este tipo de cosas, con este tipo de hombres, puede suceder.

Era una evidencia que Lucia no era una chica experta en hombres. Aún con su edad, era un tanto ingenua. Siempre creía en las personas y a menudo, se dejaba llevar por lo que el corazón le dictaba. Pensar que se había equivocado y que ahora estaba sintiéndose fatal por culpa de su exceso de confianza, aún le hacía sentir peor.

No quería identificarse con ese tipo de chicas que esperan a su príncipe azul y que creen en cuentos rosas pero, tampoco podía huir de quien era realmente. Una mujer extremadamente sensible, y romántica. Muy romántica.

Miró el reloj por última vez. No iba a concederle ni un minuto más. Ahora la rabia se había apoderado de ella y le había proporcionado toda la fuerza necesaria para recoger los trocitos de dignidad que andaban desperdigados por el suelo.

Los tomó uno a uno. Con el alma rota y unas terribles ganas de llorar.

– No vas a llorar Lucia Álvarez – se decía a sí misma mientras se disponía a tomar un taxi.

Avanzó hasta la carretera y vio un taxi llegar. De pie junro a la puerta y antes de subir, recorrió con la mirada toda la fachada de la Deutch Opera en un último intento de encontrarle. Ni rastro. Él no iba a venir y en el fondo, ella lo sabía. Subió al taxi.

Cuando le hubo indicado al taxista la dirección del apartamento, se acomodó, encogió sus piernas descalzándose uno de los zapatos, se abrió el abrigo y apoyó su cabeza contra la ventanilla del coche. En la radio del taxi sonaba Intermezzo de Cavallería Rusticana. Dejó que el sonido de aquella melodía calmara sus sentidos y entrara por cada uno de los rincones de su cuerpo. Dejó que la rabia huyera por cada uno de los poros de su piel, y lo hizo. En forma de lágrima…sintió como se deslizaba una lagrima por su cara, llevándose a su paso parte del maquillaje y también, toda la rabia que estaba sintiendo. No podía seguir conteniendo y después de la primera siguió la segunda, y la tercera…y cuando se dio cuenta, estaba llorando desconsoladamente sin poder poner freno al llanto.

Recordó entonces una frase que alguien, hace demasiado tiempo, le dijo al verla llorar.

“Llora, porque llorar es el único agua que limpia el alma”

Y así, convencida de que estaba quitándose de dentro toda la pena, siguió llorando sin remordimiento ni vergüenza.

Nunca antes Lucia se había sentido de esa manera y pensó que tal vez, lo que sentía, no era rabia, sino amor.

No daba crédito a ese pensamiento. No podía sentir tanto por alguien a quien no conocía. Es cierto, había leído en numerosas ocasiones que a veces las personas se enamoran de manera espontánea, que es una cuestión química, pero a ella no le podía estar sucediendo algo así. Ella, a pesar de ser impulsiva, tenía sentido común. No quería verse en esa situación. No quería estar enamorada –ahora no- y el sólo hecho de pensar que la persona a la que podría estar deseando fuera alguien capaz de dejarla plantada en esas circunstancias, aún le hacía sentir peor y más indignada.

En esa reflexión continua, en busca tal vez de manera inconsciente de encontrar motivos para sentirse mejor consigo misma, Lucia intentó entender los mecanismos que activan la sensibilidad de los hombres.

¿Se enamorarían de la misma forma que lo hacían las mujeres?, ¿Sufrían igual que nosotras? No tenía ninguna duda acerca de las diferencias entre sexos con respecto al amor pero, tampoco era habitual en ella sentirse así. Tal vez no era una cuestión de ser hombre o mujer…tal vez se debía a encontrar a la persona adecuada. Y si…¿solamente nos sentíamos así una vez en la vida? Y si…¿Mario era la única persona de la que jamás iba a enamorarse de esa manera tan inconsciente? Tal vez jamás volviera a saber nada más de él, quizás Mario saliese de su vida para siempre esa noche, pero sentía, tenía claro, que no iba a conseguir olvidarle nunca. Era un hecho, lo sentía así y ante una sensación tan rotunda, era difícil que Lucia se equivocara.

***********

El taxi paró delante de la puerta del apartamento. Lucia se secó las lágrimas y se recompuso. Sophie no podría entender tanto drama.

No había pensado en qué le diría a Sophie, pero tampoco le preocupaba. Ella era siempre muy comprensiva y la consolaría como la hermana mayor que nunca tuvo.

Sophie siempre había tenido un papel similar con ella, muy protectora, como de hermana mayor, y a Lucia, no le importaba en absoluto, de hecho, se sentía cómoda en esa relación, aunque a decir verdad, en las últimas horas había sentido a Sophie un poco ausente, un poco triste tal vez.

Lucia pensó que quizás había sido demasiado egoísta hablando sólo de ella y sin haberse interesado demasiado por Sophie. Quizás Sophie no estaba pasando por un buen momento. Tal vez necesitaba hablar o contarle algo. Se sintió mal por ello y se dispuso a olvidar su historia de esta noche y ofrecerle a Sophie una taza de chocolate caliente, buena música y compañía y una buena charla entre amigas.

Conforme subía las escaleras se sintió agotada. ¡Sufrir cansaba demasiado!

Al intentar abrir la puerta advirtió que estaba cerrada con llave y ello implicaba forzosamente que Sophie no estaba en casa. Recordó entonces la agradable sensación que sentía cuando al llegar a casa de sus padres, la puerta de la casa estaba abierta y sin la llave echada.

Ello quería decir que alguien la esperaba en casa, que la casa tendría esa calidez que solamente dan las personas y posiblemente, que su madre ya le habría preparado la cena y estarían todos esperándola.

Desde que vivía sola, esa sensación de soledad la perseguía, por eso, al venir a Berlín, tuvo claro que prefería aceptar la oferta de Sophie y vivir con ella antes que irse a un apartamento a vivir sola. Lucia era una mujer independiente y fuerte y no le importaba no vivir con nadie, pero tenía muy clara la diferencia entre la sensación de estar y la sensación de sentirse sola, y en este momento, ella se estaba sintiendo muy sola.

En un primer momento esa sensación le produjo más dolor si cabe, pero al pensar en ello, agradeció la oportunidad de poder meterse en la cama y dormir. No quería pensar en nada. No quería hablar con nadie. No quería compadecerse de ella misma pero, teniendo en cuenta el estado en el que estaba, la mejor opción era recogerse en sí misma y olvidar aquella noche.

Encontró en la puerta de la nevera una nota de Sophie fijada con un imán de esos horrorosos que suelen traerte de souvenir por compromiso.

“Salgo a cenar con los chicos.

Volveré, seguro, antes que tú.

Besos, Sophie”

Cogió un vaso de leche fría de la nevera, apagó la luz de la cocina, y se dirigió a su habitación.

Mientras se desnudaba, miraba aquel vestido negro colgado en la percha.

Era increíble la cantidad de cosas estúpidas que llegaban a hacer las mujeres cuando, empujadas por el ego, se sentían deseadas. Era increíble cómo las mujeres se vestían, se maquillaban, se perfumaban para hombres que, podían abandonarlas a ella junto con sus sueños. No estaba segura de que si dolía más que la hubiera plantado, o haber perdido la oportunidad de haber sabido más de Mario.

Era una historia que se repetía una y otra vez. En cualquier ámbito social o económico, o en cualquier país, a cualquier edad…las mujeres nos preparábamos en la búsqueda constante de agradar a quienes nos gustan, y esa sensación era absolutamente ingrata y desmesurada.

Pensó en poner a cargar el móvil para tener mañana suficiente batería. Era su primer día de trabajo y no quería tener sorpresas. Lo buscó dentro del bolso y no lo encontró. ¡Pensó que quizás lo habría perdido!

– Oh! No!! ¡No puedo haber perdido el móvil! – dijo en voz alta alarmada. Este día a punto de acabar estaba siendo además de larguísimo, un desastre.

Miró por todos los rincones de la habitación, en los bolsillos de su abrigo color camel, en el bolso pequeño y en el grande y finalmente…ahí estaba! Justo encima del mueble del cuarto de baño.

Una sensación de miedo la invadió cuando vio el teléfono allí.

– ¿Y si Mario hubiera intentado avisarme? – pensó.

Cogió el teléfono y allí estaba él. La pantalla estaba repleta de pequeños avisos de color verde que marcaban 14 llamadas perdidas, 2 mensajes y un par de emails.

-¡Ohhh Dios mío!! – la había llamado.

Miró una a una las llamadas. Había tan solo intervalos de unos 2 minutos entre llamada y llamada.

Después miró los mensajes:

El primero le decía que se retrasaba porque había calculado mal el tiempo y el tráfico era horroroso.

El segundo mensaje le decía que no llegaba a tiempo y que le proponía un plan B. Ir a cenar una hamburguesa a un lugar espectacular y dejar la opera para otro día.

“Espérame, no salgas corriendo” decía su segundo mensaje.

– ¿Espérame? ¿Qué le espere? – Dios, se había marchado y no habría estado allí para cuando él llegara. Por un momento se sintió realmente culpable.

¿Y ahora que se supone que debía hacer?, ¿Debería quizás llamarle y disculparse?

La resaca del dolor era demasiado intensa como para olvidarse de todo y llamarle. En realidad, a pesar de que él la hubiera llamado, la había dejado plantada, era un hecho.

Decidió seguir en su lugar, por primera vez en su vida, e interpretó que, algo que empieza de esa manera, no debe de tener un gran futuro, y en un ejercicio totalmente obstinado de querer olvidarle, apagó el móvil, cogió un último cigarrillo, y empezó a olvidar.

Continuará….

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Segunda Piel / Noveno capítulo

08 martes Ene 2013

Posted by April in Segunda piel

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Capítulo Noveno

Con Mario al otro lado del teléfono Lucia de nuevo volvió a sentir ese escalofrío que ya le resultaba familiar. No tenía nada pensado, no sabía que iba a decirle, no tenía ni idea de por dónde empezar. Sólo sabía que él le había devuelto la llamada rápidamente y que eso no podía ser una mala señal. Mientras procesaba a un ritmo frenético toda esa información y el montón de sensaciones que la invadían, se dio cuenta de que en su rostro una espléndida y a la vez adolescente sonrisa se había apoderado de sus labios. ¿Cómo podía él provocarle tales sentimientos? Esa sensación, en realidad, le hacía perder reflejos y la invalidaba a mostrarse estratega. La dejaba prácticamente desnuda antes él, voluble, desarmada y débil. Lo sabía. Era consciente, pero no podía luchar contra sus propios sentimientos así que, se dejó llevar.

– Hola Mario. Sí, soy una chica obediente. Vi tu nota en mi bolso y seguí tus indicaciones. ¿Aún por Berlín?

De esa manera, Lucia intentaba averiguar si la estancia de Mario era ocasional o si vivía en Alemania.

– Sí. Aún por Berlín – contestó escueto y parco en explicaciones.

– Ohh, bien. ¿y con muchos planes? Aún me queda un día libre antes de empezar a trabajar.

Se había lanzado a dejar la puerta abierta para una invitación. Sentía a toda costa que necesitaba verle y pensó que no era momento de hacerse la dura ni la enigmática. Para eso, ya estaba él!

-Bueno, en realidad, tengo la agenda bastante llena. Soy un hombre complicado Lucia. Hoy estoy en Postdam, fuera de la ciudad. Va a resultarme difícil encontrar un momento.

El gesto de Lucia fue decayendo conformo las palabras de Mario cobraban forma. Decepcionada como cuando a un niño le privan de su mejor chocolate, Lucia no pudo evitar que la rabia se reflejara en su rostro.

Expectante, Sophie seguía contemplando como transcurría la conversación y con gestos, intentaba animarla a que le preguntara que hacia mañana para comer.

Lucia sabía que al día siguiente iba a tener un día complicado. El aterrizaje a su nueva oficina, la más que probable comida con el director,…no era un buen momento para adquirir compromisos y además estaba enfadada porque ella quería ver a Mario hoy.

– De acuerdo, no te preocupes. Seguro que cualquier día la casualidad volverá a hacernos encontrar. Quien sabe…quizás en otro vuelo. – contestó Lucia con cierto tono sarcástico.

– Escucha, hagamos una cosa: Yo intentaré librarme de los compromisos que tengo aquí y si puedo escaparme…te llamó. ¿Te parece?

Ahora el tono de Mario se había vuelto conciliador. Claramente, él había sentido a través del teléfono la decepción de Lucia y por eso había cambiado su forma de hablarle. No quería decepcionarla y sobre todo, no quería cerrar ninguna puerta.

Cabe decir que Mario no era muy amigo de las conversaciones telefónicas. Su máximo activo era la espontaneidad que mostraba en el cara a cara y lo cierto es que los primeros minutos al teléfono no fueron lo que se dice muy seductores. Era más bien seco y parco y parecía incluso distraído.

Lucia pensó que quizás tenía delante mientras le hablaba a alguien que le incomodaba. ¿Una mujer quizás? Esas cosas se notan. ¿Una mujer? Y no pudo entonces evitar una punzada en el pecho tal que una daga cuando enviste a su víctima. ¿Eran celos quizás?

– Me parece –dijo en un tono resignado y poco convencida-  Estaremos por casa hoy arreglando y organizando maletas.

– Perfecto Lucia Álvarez. Ten por seguro que si hay un minuto libre durante el día de hoy, ese será para ti.

Y como por arte de magia a Lucia le apareció una intensa y deslumbrante sonrisa.

– De acuerdo. Creeré en lo que me dices.

-Eso está bien. Al final será cierto que eres una chica buena – dijo Mario en tono jocoso.

Lucia sonrió. Con una de esas sonrisas capaces de traspasar el hilo telefónico.

– Hasta luego.

– Hasta luego – dijo ella.

Sophie estaba muerta de impaciencia por escuchar lo que él le había dicho. Era cierto, aún mantenía cierto sentimiento de decepción, pero en el fondo, sus palabras, le había dado un puñado de esperanzas que estaba dispuesta a hacer suyas. Estaba convencida de que se volverían a ver. Se había sentido cómoda, como si le conociera de toda la vida. En realidad, apenas había compartido un par de horas y Lucia sentía que podía llegar a él, que podía confiar en él. No entendía muy bien porque le ocurría pero era un sentimiento que a cada minuto, cobraba más fuerza.

– Bueno ¿y qué? – grito muerta de excitación Sophie.

– Tiene el día ocupadísimo. Pero dice que si tuviera un minuto libre….seria mío. Que lo intentará.

– ¿Y? – Preguntó Sophie levantando una ceja y mostrando un gesto un tanto chulesco en plan divertido.

– Y me llamará Sophie. Lo sé. Porque aunque te parezca una chiquillada…lo siento aquí. Y señalando su pecho y con la felicidad de una adolescente recién besada por primera vez, le dio el ultimo sorbo al café.

– ¡Voy a organizar mis maletas!

Y en una explosión de júbilo, saltó de la mesa y se dispuso a ir a su habitación.

Cuando estaba llegando a la puerta del comedor, reparó en que no había cogido su teléfono mobil y se giró rápidamente para recuperarlo. Y allí seguía Sophie sentada. Con el gesto un tanto abatido, raramente triste, y con una mano sosteniendo su barbilla y la mirada perdida al frente. Apenas hacia 10 segundos que estaban ambas sonriendo y celebrando la llamada de Mario pero, en aquel momento, Sophie permanecia absorta, ausente y profundamente triste.

– Eiiiii mi chica! ¿Qué te ocurre? – le dijo Lucia aún bromeando.

-Ups! Me quedé atontada Lucia! – contestó con un tono de voz poco creible.

– ¿Estas bien? ¿De verdad?

– Claro tonta! Más que bien. Estoy feliz por tenerte aquí y por tenerte feliz! Venga va!! Ves a deshacer tus maletas.

– De acuerdo.

Y Lucia se dirigió a su habitación para disponer toda su ropa y a organizarlo todo.

**************

Era pasado medio día. Lucia ya había colocado todas sus cosas y volvía a necesitar una ducha. Estaba agotada. El pelo seguía húmedo y enroscado en una coleta pero las manos estaban ásperas de haber tocado tanta ropa, armarios, cajones y de haberlo organizado todo.

Bajó la música que sonaba en su Iphone y le preguntó a Sophie con un grito.

-Sophieeee!!!!! ¿Me da tiempo a darme una ducha o preparamos la comida?

Pero Sophie no la escuchó. Le dio al pause y dejó descansar a Angela Gheorgiu que deleitaba con una Madame Butterfly de Puccini verdaderamente soberbia.

Cuando llegó al comedor, Sophie estaba en su escritorio,  delante del ordenador. Estaba tan concentrada que no había escuchado el grito de Lucia. Al percibir su presencia, levantó la mirada y le sonrió.

Lucia provocaba a menudo ese tipo de reacciones en las personas con las que se relacionaba. Probablemente se debía a su gesto permanentemente alegre o la dulzura que contenía su mirada. Era una de esas personas que apetece tener cerca. De buena energía.

– Te he gritado espantosamente desde la habitación pero no me has escuchado! – le dijo Lucia.

– ¡Perdona!, estaba concentrada en un tema. El que me haya pedido fiesta hoy no implica que no dejen de molestarme con emails y con peticiones.

– ¡Esta bien! No te preocupes. Ya he acabado. No se si quieres que prepare la comida o me da tiempo a darme una ducha.

– Bueno….si te ofreces…! Estoy muerta de hambre!

– Perfecto. ¿Te parece que cocine una de esas tortillas de patata que tanto te gustan? – le preguntó Lucia con un gesto hambruno y glotón.

– Mmmmm….!Claro! Me apetece muchísimo.

– ¡Eso está hecho! ¡Oído cocina!

.- Así que se dispuso a cocinar para Sophie. En realidad estaba feliz y contenta sin saber muy bien por qué. La llamada de Mario le había animado y sentía esas cosquillitas propias de estar viviendo una experiencia emocionante. No dejaba de mirar el móvil cada cinco minutos, es evidente, con el miedo de perder la llamada de Mario si, por casualidad, encontraba esos cinco minutos prometidos y que tenían propietaria.

Al cabo de un rato, ya habían comido, Sophie había acabado su tarea y Lucia había recogido la cocina.

– Nunca me cansaré de tu tortilla de patatas con cebolla Lucia. – le dijo Sophie relamiéndose y saboreando los últimos restos del café.

– Me encanta que te encante querida amiga. Voy a darme una ducha.

– Perfecto. Estaré por aquí.

Lucia se ducho, y se secó el pelo que aún humedecía desde esta mañana. A punto estaba de coger de su armario un pantalón de chándal para estar cómoda cuando en su Iphone, sonó el timbre de los mensajes.

Se angustió a la par que se emocionó.

“No voy a perdonarte. Llevas un par de días en Berlin y no me has dicho nada. Ya te vale!”

Ohhh, no. Era Ana. Es cierto! Le había dicho que la llamaría y no lo había hecho.

Ana era su amiga en Barcelona. Su amiga de toda la vida. Esas amigas que uno tiene porque se heredan, porque son parte de la vida, porque siempre han estado ahí. Como el que tiene un hermano o un primo. Era parte de su vida y de su familia. Habían estudiado juntas pero la vida la había vuelto una persona muy resentida y eso a Lucia, no le encantaba. Pero aun así, la quería. Ana podría ser extremadamente celosa y, a pesar de que Lucia sabía que en el fondo la adoraba, también sabía que la envidia por todo aquello que Lucia tenia pero, sobre todo, por cómo era.

Lucia se dispuso, aun sin vestir y desde el cuarto de baño, a contestar a Ana.

“Tienes toda la razón my Darling! Con el stress de la llegada ni siquiera pensé. Ya te contaré. Todo fenomenal. Bss”

Sabía que el mensaje no la convencería y que la interrogaría a mensajes hasta que acabaría llamándola para saber los detalles de su desembarco. Dejó el móvil de nuevo sobre la cómoda y con la puerta de la habitación abierta, volvió al baño para acabar de secarse el pelo.

De nuevo el timbre del mensaje sonó.

– ¡Esta chica es insaciable! – pensó.

Y en lugar de un mensaje de vuelta de Ana, encontró en la pantalla un número larguísimo que, aun sin conocer, pensó que podría ser el de Mario.

Se le activaron todos los sentidos. Se puso muy nerviosa. Le temblaban las manos tanto que el teclado digital de su teléfono no respondía a la orden de abrir el mensaje. Por fin lo abrió.

“Te lo dije. Ese minuto es tuyo. Quedamos en la Deutch Opera a las 8pm. ¿Te apetece el plan?

– Ohhh Dios mío. ¿Pero cómo sabe que me gusta la opera? Es perfecto. Perfecto. Perfecto!!!

Lucia gritaba dando saltos completamente desnuda y con una felicidad capaz de contagiar a todo el personal de un velatorio. No podía creérselo. Él iba a invitarla a la Opera. Él la había llamado. Él pensaba en ella. Era realmente fascinante la adrenalina que podía desprenderse de cada uno de sus gestos. La felicidad en estado puro.

Ese tipo de sentimientos sólo residen en momentos como ese. En realidad, el desconocimiento es uno de los mayores atractivos de una relación. Cuando todo puede estar sujeto a lo que uno desea, cuando todo depende de nuestra imaginación que, sin querer, diseñamos aquello que realmente, y de manera inconsciente, deseamos y ese momento, es insustituible.

– Sophieeeeeeee!!!!! – volvió a gritar desde su habitación.

– ¡Quéeee! – ¿Qué son esos gritos?

– A la-s-ocho-en-la-o-pe-ra!!! – le dijo mientras canturreaba la frase.

– Bueno. Has conseguido tu propósito mi pequeña – le dijo Sophie con un gesto mucho más sereno que el de Lucia.

– Y ¿Qué me pongo? – suspiró nerviosa.

– Cualquier cosa. Estarás bellísima con cualquier cosa.

************

Lista para salir. Un vestido negro con corte trapecio. Unas medias tupidas negras y unos zapatos de tacón negros. El toque de color lo daba el abrigo color cámel. Elegante y sencilla. Menos es más. Esa era su máxima.

Se despidió de Lucia y bajó las escaleras hacia la calle. Desde allí, alzó la vista y contempló el rostro de su amiga, un tanto comedida, diciéndole adiós con la mano. Era su momento y quería aprovecharlo.

Le dio las indicaciones al taxista con su alemán de diccionario, pero llegó, por lo que no debió hacerlo tan mal.

Cuando estuvo en la puerta, sintió tanto miedo que apenas podía mover las piernas.

Bajo del coche y esperó en la puerta. Había llegado muy justa de tiempo por lo que Mario no debería tardar demasiado en venir. La gente iba entrando y poco a poco la puerta principal iba quedándose solitaria y huérfana de espectadores expectantes. Lucia seguía allí. Esperando.

Faltaban escasos 5 minutos para empezar y Mario seguía sin aparecer.

– Demasiado bonito para ser real – pensó Lucia. No puede hacerme esto. No puede dejarme plantada aquí.

Pero la idea de que Mario no iba a aparecer cobraba cada vez más fuerza. La idea insistia en la cabeza de Lucia pretendiendo que se mentalizara de que todo había sido un cuento, un sueño, como el que había vivido esa misma mañana con él.

-No puedes hacerme esto Mario. Ahora no. – seguía pensando mientras miraba una y otra vez el reloj.

En ese momento se giró y después de los 20 minutos que llevaba en la puerta, advirtió la opera que estaba el cártel. Lucia di Lammermoor. Una de sus preferidas. Sus padre  le pusieron ese nombre gracias a esa opera. No podía creer que un plan tan romántico se frustrase por culpa de una traición de esa magnitud. No vendría. No se presentaría. Lucia estaba convencida. Miró el reloj una vez más. Faltaban cuatro minutos y Mario seguía sin aparecer.

– No voy a perdonártelo jamás Mario – se dijo a sí misma.

Y buscó en su bolso para coger un cigarrillo y calmar su desánimo y su decepción, aunque con ello traicionara su promesa de dejar de fumar.

Continuará….

 

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Segunda Piel / Octavo Capítulo

18 martes Dic 2012

Posted by April in Segunda piel

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Capítulo Octavo

Mario la esperaba en la puerta del apartamento. Llevaba un abrigo ¾ de color gris y una gran bufanda en tonos crudos de lana gruesa. Brillaba el sol, a pesar del frío, y debería de ser medio día.

Al abrirse la puerta, una sonrisa enorme inundó el rostro de Mario y a Lucia, se le iluminó la mirada.

– Buenos días princesa – Le susurró él mientras sonreía.

– Buenos días Mario – contestó ella con el mismo gesto de felicidad.

– ¿Vamos? Nos esperan – Le dijo Mario mientras alargaba su mano para cogerla.

Y Lucia alcanzó su mano para tomarla cuando, asombrada, vio como la mano de Mario se escurría entre sus manos. Su mano traspasaba la materia convirtiéndose en algo parecido a gas. Como si fuese un cuerpo invisible pero con forma sólida ante sus ojos. Él, continuaba mirándola. Le sonreía mientras le tendía la mano ofreciéndosela pero Lucia, era incapaz de poder cogerla porque cada vez que lo intentaba, aquella falsa materia se desintegraba dejando pasar entre sus dedos la mano de Mario.

Lucia empezó a ponerse nerviosa No podía tocarle, no podía tenerle, no podía acompañarle y marchar con él, a donde fuera, y mientras tanto, él se alejaba y se perdía entre la gente aún con una sonrisa entre los labios. Se alejaba cada vez más hasta difuminarse en el horizonte.

– ¡Lucia!, ¡Lucia! ¡Despierta! – era la voz de Sophie que intentaba rescatar a Lucia de esta pesadilla.

Lucia abrió los ojos poco a poco, desperezando los sentidos que estaban un tanto aturdidos y confundidos. Intentó averiguar qué había ocurrido. Sentía como si no hubiera dormido en toda la noche, y tenía una presión en el pecho y una angustia que todavía no entendía. Se sentía muy confusa.

Cuando ya se hubo incorporado, se pasó las manos por la cara, y observó las palmas de sus manos húmedas por el sudor. Las tocó una y otra vez para comprobar si era materia sólida o gaseosa.

– ¡Mario! – y exclamó su nombre con angustia a medida que iba recordando el sueño que había tenido.

Los ojos de Sophie seguían clavados en Lucia. No entendía nada. Intuía que había una parte de la historia –imprescindible para entender qué estaba sucediendo- que ella aun no conocía. Sentía que necesitaban un bien desayuno y poner en orden ciertas cosas y así, sin ánimo de alterar a Lucia más de lo que ya estaba, la cogió de las manos fuertemente y, mirándola con franqueza, serenidad y mucha dulzura le dijo:

– Lucia, tranquila. Todo ha sido un sueño. Quiero que respires, que me mires y que escuches bien lo que te digo. Ha sido un sueño. ¿De acuerdo?

Lucia no contestó. Aún se sentía muy desorientada y confundida. Había sido tan real la sensación que había tenido que no podía entender que no hubiera pasado.

Escuchaba a Sophie hablar pero en realidad, no retenía en su consciencia las palabras. Aun así, percibía el calor de las manos de Sophie y se sentía a salvo.

No contestó pero miró a Lucia y asintió con un gesto. Sophie continuó diciéndole…

– Ahora nos vamos a levantar, te vas a dar una ducha y voy a preparar un estupendo desayuno. ¿Te parece bien?

– De acuerdo. Me parece bien –dijo Lucia recuperando el tono de voz y regresando a la realidad.

Lucia no tenía que empezar a trabajar hasta el día siguiente así que hoy, todavía podrían disfrutar de un día más para adaptarse y deshacer las maletas. Se sentía aun aturdida pero, convenida de que una buena ducha la rescataría de esa sensación, se levantó de la cama y se dirigió hacia el baño.

Al dirigirse hacia el baño, Sophie aún la contemplaba fijamente, asegurándose que estaba bien. Cuando cruzaron las miradas, Sophie sonrió en busca de un gesto de aprobación para marcharse y dejarla sola. Ésta le devolvió la sonrisa y Sophie, mucho más tranquila, se retiró para preparar el desayuno.

Lucia se desvistió y, cuando estuvo desnuda ante el espejo, se contempló a sí misma. Su rostro era diferente. Su mirada aún permanecía perdida y tenía dificultades para distinguir con claridad sueño y realidad.

Se metió bajo el chorro del agua que azotaba con fuerza. No estaba demasiado caliente, lo prefería. Necesitaba despertar de esa maldita sensación que la invadía.

Resultaba curioso cómo, en una ciudad como Berlín en la que hacía tanto frío, el interior de las casas eran tan cálido.

Se vistió con un pantalón de chándal gris y una sudadera amplia y cómoda. Unos calcetines antideslizantes en color rojo de lana gorda que la llegaban casi hasta las rodillas y el pelo, aún húmedo, sujeto con una coleta. Un poco de crema hidratante y lista.

Cuando Lucia iba sin arreglar, su aspecto era muy juvenil. Casi adolescente, y sin el aliño del rímel, sus ojos lucían todavía más grandes y verdes.

Cuando Lucia apareció en el salón, un rayo de luz inundaba la estancia con fuerza hasta el punto de deslumbrar. Incidía directamente sobre la mesa donde Sophie había dispuesto los platos, las tazas y el resto del menaje para el desayuno. ¡Era tan delicada cuando organizaba las cosas!.

Todo estaba perfecto y resultaba apetitoso. Después del despertar que había tenido, iba a agradecer un buen desayuno.

El olor a café recién hecho era uno de los olores preferidos de Lucia. Significaba nuevo día, despertar, energía. Asociaba el olor a café recién hecho a una sensación de bienestar y es este momento, un buen café iba a acabarla de rescatar definitivamente de su viaje interrumpido con Mario.

– Empecemos de nuevo – le dijo Sophie- ¡Buenos días Lucia!

– Buenos días Sophie. ¿No sé qué me ha pasado? Me he…estaba…es que…

– Tranquila Lucia – interrumpió Sophie – Tómate tu tiempo.

¿Tostadas? – y con una amplia sonrisa tranquilizó de nuevo el ánimo de Lucia.

Desayunaron tranquilas y comieron bastante. Sophie había preparado café, zumo recién exprimido, pan de cereales, mantequilla y una especie de crema dulce (típica alemana) para untar en el pan. Un plato con algunas galletas y un surtido de quesos.

Lucia estaba desconcertada en cuanto a la hora que debía ser. ¿Cuánto habría dormido? ¿Qué hora sería? Estaba tan despistada que apenas sabía, pero todo estaba delicioso y pensó que no valía la pena preocuparse por ello ahora.

Dio un sorbo a su café americano con sacarina y cambiando de posición sobre la silla e inclinándose ligeramente hacia Sophie, la miró u le dijo con voz firme y decidida.

– Voy a contarte una historia.

Y Sophie, tomó su taza de café entre las manos, se acomodó en su silla sabiendo lo que estaba a punto de escuchar y contestó:

– ¡Soy toda oídos!

Lucia le contó con todo lujo de detalle y emoción cómo había conocido a Mario. La historia de la moneda, cuando él la acompañó a la recogida de equipajes, la conversación en la salida de pasajeros…

Cuando hubo acabado, miró a Sophie quien mantenía una expresión de sorpresa y le dijo:

– Eso es todo. De ahí mi pesadilla, supongo. ¿Qué opinas?

A pesar de que a Sophie no se le conocían historias sentimentales, Lucia no dudaba en su sentido común pero reconocía que Sophie, era mucho más racional de lo que ella seria en siete vidas. Sabía que su punto de vista sería prudente y en realidad y llegados a estas alturas de su vida, no estaba segura de ser eso lo que necesitaba.

– A ver: estamos hablando de un galán al que no le conocemos oficio, ni intenciones, pero sabemos que ha habido una chispa entre vosotros. No has tenido tiempo de preguntar ni de investigar nada de él y sólo tenemos su nombre, su apellido y el color de sus ojos. ¿Cierto?

– Cierto. -¡Vamos bien. Podríamos ganarnos la vida como investigadoras! – y las dos rompieron a reír.

– Estas en un país que no conoces, con una vieja amiga que quizás no pueda hacerte todo el caso que necesitas y que, seguramente, no podrá darte ciertas cosas que él te daría.

Ahora el tono de Sophie se había vuelto jocoso y divertido.

– Correcto. – Dijo Lucia.

– Mira Lucia, probablemente a mí las historias no me han funcionado porque he querido controlarlo todo demasiado. Y si fuera yo la que está en tu lugar, creo que no le llamaría…pero tú debes hacerlo. No sabes si vive aquí, si está casado, si le gustas o si es un asesino en serie pero, la única manera de averiguarlo, es llamar.

Lucia dudó. Tenía tantas ganas como miedo. Por un momento se le pasó por la cabeza André pero, en realidad, entre ellos no había nada aún. Sabía que con respecto a André, debía ser sensible puesto que Sophie era su amiga pero, no podía evitar pensar en cómo se había sentido al conocer a Mario y al tenerlo a su lado.

– Tienes razón…!creo!. Está claro que necesito despejar esta duda. ¿Lo hago?- dijo sosteniendo el teléfono entre sus manos y con un gestor de inseguridad, emoción y duda.

– Sí. Llama. – ordenó Sophie.

Y Lucia, dio un último sorbo de café, se acomodó el pelo como si Mario fuese capaz de verla a través del teléfono, y marcó uno a uno con los dedos tembloroso el número que Mario le había escrito.

La señal de llamada sonó varias veces, pero nadie contestó. El gesto de Lucia fue, poco a poco, marchitándose como una flor a la que le cortan el tallo y dejan de regar. La tristeza invadió su cara y en ese momento se sorprendió de cuánto podía afectarle, y eso le asustó.

– Quizás ni siquiera es su teléfono – dijo Lucia con voz frustrada.

– Quizás. Pero lo has intentado.

– Creo que voy a olvidarme de esta historia. No estoy preparada para que me hagan daño y además debo estar absolutamente concentrada para mi nuevo trabajo. Es lo más sensato Sophie.  

En ese momento, el teléfono de Lucia empezó a vibrar. Un número desconocido aparecía en la pantalla. ¿Sería él? Lucia tembló. Luego soltó una carcajada adolescente y empezó a saltar sobre si misma llena de ilusión. Recuperó la compostura, y con voz muy serena contestó.

– ¿Si?

– ¿Lucia? ¿Eres tú? Soy Mario. Perdona, no me ha dado tiempo a contestar tu llamada.

Y así, antes de que ella pudiera controlar la felicidad que la invadía, supo que había hecho lo correcto y que, si su intuición no le fallaba, Mario sentía cierto interés por ella.

Continuará….

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Segunda Piel / capítulo séptimo

11 martes Dic 2012

Posted by April in Segunda piel

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Capítulo Séptimo

Lucia leyó atentamente el e-mail que acaba de recibir:

Querida Lucia,

Te deseo mucha suerte en tu nueva aventura y estoy convencido de que Sophie se habrá encargado de acogerte tal y como te mereces.

Siento muchísimo que el otro día no pudiéramos despedirnos, tenía muchas cosas que contarte pero, quizás tenías razón y lo mejor es que nada interfiera en este viaje. Sabes que seguiré aquí cuando regreses y sabes también que me acordaré de ti cada dia. Si me dejas, te escribiré cada vez que lo haga y si me dejas también, mantendré encendida una luz de esperanza. Mayo está a la vuelta de la esquina! Espero que no cambien demasiadas cosas en este tiempo. Cuídate. Bso, A 

Tuvo que volver a leer el mensaje de nuevo para interpretar correctamente lo que André le decía. Estaba claro, lo que ocurrió entre ellos hace algunas semanas no había sido casual ni tampoco tan ligero como para olvidarlo.

Si quería ser sincera con ella misma (y quería!) aquella noche había sido genial y, a pesar de que no había vuelto a repetirse, probablemente por miedo por parte de Lucia a estropearlo todo, le gustaba André.

Era un caballero, romántico, detallista y muy atractivo y, en la cama…Vaya! En la cama había estado genial. Es cierto que Lucia no tenía demasiadas experiencias con las que comparar pero aquellas noche le había hecho disfrutar mucho. Todo había sido perfecto: la cena en aquel gran restaurante, las flores que le envió a casa antes de la cita, su glamour y su impecable educación de colegio privado.

André sabía como conquistar a un mujer, sin duda.

-¿Qué te cuenta mi amigo André? –le preguntó Sophie entre risas buscando una respuesta cómplice e interrumpiendo la segunda lectura al e-mail.

– Me desea buena estancia y habla de ti. Sabe que me has preparado la mejor de las bienvenidas.

-¡Ohhhh! ¡Como me conoce! Tengo tantas ganas de volver a verle. ¿Le has visto últimamente tú? – pregunto con toda la intención de la que se es capaz.

Mientras hablaba de André, Sophie no podía esconder su pasión por él. Durante años Lucia se había preguntado por qué no habían acabado juntos. Se conocían bien y se gustaban. Resultaba extraño verles hablar al uno del otro con esa devoción.

– Si – contestó muy brevemente Lucia.

-¿Si? ¿No hay más que un si escueto?

-Si Sophie. Le he visto algunas veces. Podríamos decir que…hemos intimado.

-Ohhhhh Siiiiii! Sabía que no podía estar equivocada cuando os presenté. Sabía que era cuestión de tiempo Lucia. Percibí la química desde el primer instante que os vi juntos.

-Bueno Sophie, reconocerás que André es capaz de provocar chispa hasta con los seres inertes. Hombre y mujeres son capaces de rendirse a sus encantos si de verdad se lo propone. Y se lo propone constantemente, créeme.

-Sí pero tu se lo has puesto muy difícil. Y eso a un hombre, le vuelve loco.

-¿Y tu que sabes de todo eso? ¿Acaso has hablado con él de mí? – preguntó enojada Lucia.

-Bueno my Darling, a veces hasta los hombres como André necesitan una ayuda para averiguar como llegar a conquistar a mujeres como tu.

-¡Bruja! – le gritó mientras intentaba estrangularla en tono de broma.

-Lucia – le dijo mientras tomaba su cara entre sus manos y la miraba fijamente- Yo sólo quiero lo mejor para ti.

-¿Y André lo es?

Un momento de silencio sostenido se apoderó del interior del taxi mientras ellas se miraban. Lucia esperaba un “si” sincero de su amiga que le diera el último empujón para confirar en André y dejarse llevar en la aventura que días antes de venir había empezado, y Sophie, conocía perfectamente a André y sabia que, era capaz de hacerla muy feliz pero también era capaz de hacerla sufrir mucho. Era un conquistador. No quería rompr la ilusión que parecía asomar a sus ojos pero tampoco podía engañarla.

Era la persona más integra y sincera que nadie jamas podría conocer y, sin embargo, estaba a punto de traicionar su lealtad. ¿Cómo decirle toda la verdad que conocía de él? ¿Cómo ocultarle el verdadero André? Ante un verdadero conflicto ético y de intereses, Sophie se dejó llevar por su vertiente más romántica, aquella que aún cree en princesas y en cuentos infantiles con final feliz, y alzando la vista hasta encontrarse con los ojos de Lucia contestó.

-Sí Lucia. Lo es sin duda. André es el hombre capaz de hacerte feliz, de completarte.

Y Lucia respiró aliviada, tomo las manos de Sophie entre las suyas y contestó:

-¡Gracias! – no sabes cuanto me ayuda eso. Estaba verdaderamente indecisa acerca de lo que sentía y lo que debería hacer.

Y una timida sonrisa fue la respuesta de Sophie mientras seguía pensando en si había hecho o no lo correcto.

-Bueno, estamos llegando. Me debes los detalles del encuentro. ¡Y no voy a olvidarme! Así que resérvamelos y ahora, sonríe, pellizca tus mejillas para subirte los colores y olvídate del mundo. ¿Lista?

-¡Lista!

-Sin 12 euros bitte

– Hier hat. Vielen Dank

Y ambas bajaron del taxi y se dirigieron hacia el local.

El Spinderklatt era un club ubicado en una zona oscura, apartada del centro del a ciudad y de aspecto industrial. Nadie que no conociera aquel lugar podría llegar a él de manera fortuita. El acceso era difícil de intuir y a todos los efectos, mientras iban dirigiéndose hacia la puerta, Lucia seguía preguntándose a qué tipo de local la estaba llevando Sophie.

AL final del camino de tierra, se adivinaba una alfombra roja, como las de las recepciones de los Oscars. Surgía de la nada e invitaba a seguir caminando hacia una pasarela blanca de madera. A la derecha, el río Spree que apenas podía verse por la oscuridad pero si podía olerse y sentirse.

El Spinderklatt estaba situado en una especie de embarcadero repleto de bancos de madera blanca y cojines al más estilo “Chill Out” con un estilo impecable y derrochando glamour. Al final de la pasarela, unas mesas altas para poder tomar las copas a la orilla del río y a mano izquierda, el acceso al local.

Mientras avanzaban hasta la puerta, Lucia iba mirando hacia un lado y otro asombrada, y a pesar de que su caminar pretendía ser decidido, no podía ocultar su nerviosismo.

Hace apenas unas horas estaba en Barcelona y, ahora, estaba allí! Dejando atrás toda una vida, su familia, André y su declaración de intenciones, el encuentro con el chico misterioso del avión…! Mario! ¡Se había olvidado por unos instantes de Mario!

Aquel lugar, Sophie, su nuevo trabajo…Habían sido demasiadas emociones para digerirlas en tan poco tiempo y, aun así, estaba entusiasmada.

La música que sonaba en el interior del local era estupenda, algo así como Soul o R&B. Era buena.

Justo al entrar, en la barra que había a mano derecha, un grupo de unas 4 personas charlaban animadas con una copa de vino. Al vernos entrar, se giraron hacia nosotras y todos, como si de una orquesta de músicos perfectamente dirigida se tratara, sonrieron al unísono. Eran los amigos de Sophie.

-¡Que tal Sophie! –una chica morena y bajita fue la primera que se nos acercó. Era menuda y de rasgos latinoamericanos y unos ojos enormes y oscuros.

-! Hola Maria! – y Sophie le besó entusiasmada y le dio un pequeño abrazo.

-y ¿Tu debes de ser Lucia? – le preguntó manteniendo una sonrisa arquitectónicamente perfecta.

-Hola –y Lucia se mostró tímida aunque agradecida con la calurosa bienvenida.

Maria la tomo de la cintura y la acompañó hasta el resto de grupo para proceder a las presentaciones.

Aquellos eran María, Alfred, Carlota y Roberto.

Maria era Puertorriqueña y trabajaba con Sophie en la ONG desde hacia un par de años. Se habían hecho grandes amigas.

Carlota y Roberto eran españoles y llevaban escasos meses en Berlín.

Alfred era alemán, de Berlín. Alto, rubio, atlético y atractivo, aunque muy serio. Tenía unos rasgos duros y fríos pero una sonrisa acogedora y unos dientes perfectos. Al contrario que el resto del grupo, Alfred no besó a Lucia en la mejilla y al presentarlos, alargó su mano para estrecharla de manera firme y profesional. Lucia se sorprendió pero pensó que se debía más a una cuestión cultural o a una costumbre.

-¿Un vino? – le preguntó Maria cuando hubieron acabado con la ronda de presentaciones.

-Por favor –

-Vamos, nuestra mesa esta lista – y con un gesto ladeando la cabeza Sophie nos invitó a pasar.

La noche transcurrió animada. Sophie se sentó a la derecha de Lucia y a la izquierda, y en el extremo de la mesa, se sento Alfred.

Alfred hablaba poco y cuando lo hacía su castellano era horroroso. Por ello, muchas de las frases que se cruzaban en la mesa eran una mezcla entre castellano, alemán e inglés.  Algo muy propio, según Sophie, de la gente que hablan varios idiomas.

Cenaron bien. Cocina internacional, algo de japonés y postres de chocolate. Las mesas eran largas y compartidas.

Cuando había viajado a otros países, las mesas compartidas era algo que a Lucia siempre le había llamado la atención. En Barcelona no se estilaba en absoluto y encontraba que era una manera divertida de economizar espacio y compartir con gente, aun sin conocerla, algo más que un lugar donde comer.

Unas largas cortinas con destellos brillantes embellecían los grandes ventanales de la nave industrial. Era un contraste fabuloso. Al fondo, unos contenedores de camiones hacían las veces de aseos y guardarropas. Un local realmente original.

Hablaron durante un buen rato de trabajo. Basicamente de la situación de la ONG que empezaba a peligrar por la retirada de las subvenciones púbicas y de cuánto iban a tener que trabajar para conseguir ayudas de capital privado que garantizaran la continuidad de los proyectos que tenían en marcha.

Entre tanta conversación animada, hubo tiempo incluso para que Lucia paseara por sus recuerdos más recientes y se ausentara un momentos sin que apenas la echaran en falta. A decir verdad, la opinión de Lucia acerca de la financiación de las ONG era muy subjetiva y nada profesional.

Mientras el grupo intentaba encontrar una solución al problema, discutiendo de una manera sorprendentemente civilizada, Lucia volvió al email de André, y sonrió. Trató de recordar cómo le hacía sentir él y ello le proporcionó un sentimiento de bienestar y de paz interior. Pensó también, y aún sin pretenderlo, en Mario y en la forma tan peculiar en la que se habían conocido, y esta vez la sensación no fue de bienestar sino de emoción. Sintió un millón de mariposas en el estomago revoloteando como si de una adolescente se tratara, y sonrió aún más sin entender por qué se sentía de esa manera. Y mientras pensaba, embriaga por el cansancio, la emoción y un par de copas de vino, se ausentó de verdad y viajó con la mente y los sentidos a un lugar dónde ni siquiera ella fue capaz de describirlo. Tuvo miedo de lo que llegó a escuchar de sus propios deseos y, fue la mirada atenta de Alfred quien, ofreciéndole una taza de té, la rescató de su viaje astral.     

– ¿Todo va bien Lucia? – le preguntó Alfred mientras clavaba sus ojos y radiografiaba sus pensamientos.

– Sure . Estoy cansada. Nada más – contestó con una sonrisa.

– Ahh, Ok.  

 La mirada de Alfred escondía muchos secretos. Él no era como el resto del grupo. Era enigmático pero a la vez algo oscuro irradiaban sus ojos.

Lucia se incorporó de nuevo en la conversación y pensó que necesitaba distraer su mente durante un buen rato.

Acabaron la cena, la charla, los cafés e incluso unos licores en vasos muy pequeños a los que les invitó el camarero.

– Vamos Lucia – insistía Carlota- ¡Quedaros a tomar una copa!

– Yo estoy demasiado cansada pero, Sophie, quédate tu –insistió Lucia.

– ¡No por favor!, No voy a dejarte sola en tu primera noche. Soy una buena anfitriona –bromeó.

 – Lo entendemos. Pero hay que repetir pronto –dijo María con su sonrisa perfecta e intacta.

– Ha sido un placer chicos. De veras, me ha encantado conoceros y me encantará que volvamos a vernos.

– Igualmente. –Contestaron todos a la vez de nuevo como si un director de orquesta los dirigiera.

– Nice to meet you Lucia –le dijo Alfred mirándola muy fijamente.

– Nice to meet you – contestó Lucia.

Y mientras ellos seguían en la mesa charlando Sophie y Lucia se alejaban en dirección a la puerta y se dirigían hacia la pasarela dispuestas a tomar un taxi de regreso a casa.

– ¿Un tipo raro Alfred no crees? – le preguntó Lucia que todavía se sentía intimidada por la frialdad del chico alemán.

-¿Alfred? – Es un buen tipo. Algo tímido. Ha roto con su novia hace pocas semanas y no está demasiado animado. Le has gustado , quiero decir…que le has caído bien. Seguramente la próxima vez que nos veamos estará más…!sociable! – le dijo mientras se abrazaba a si misma para protegerse del frío.

– Seguramente. Tú le conoces mejor que yo.

Y el tono de voz de Lucia descendió hasta prácticamente convertirse en un susurro. Estaba agotada.

– ¿Lo has pasado bien?

– Mucho. No tengo palabras para agradecerte o que estás haciendo por mí.

– Ya me lo cobraré. No tengas la menor duda – bromeó.

Llegaron al apartamento y empezaba a llover. La noche era fría. Sólo deseaba meterse en la cama y descansar.

Cuando entraban por la puerta del apartamento eran prácticamente las 2 de la madrugada. Se despidió de Sophie en el comedor y se abrazaron fuerte.

– Creo que voy a fumarme un cigarrillo en el balcón antes de quitarme el abrigo y me voy a ir a dormir – dijo Lucia.

– Lucia! ¿Pero no habías dejado de fumar?

– Lo intento. Cada día lo pienso pero ese, es uno de los propósitos eternamente incumplidos de mi vida.

-¿Uno de ellos? ¿Hay algún otro?

– Hay varios Sophie. ¡Pero no me hagas hacerte una lista ahora!

Y ambas se dirigieron una mirada de complicidad.

Lucia se dirigió a su habitación, perfectamente decorada y ambientada con sus flores favoritas. El suelo crujía bajo sus pies al contacto con las botas y decidió quitárselas para no estropear la madera.

Abrió el pequeño bolso que había llevado a la cena, buscó su paquete de tabaco y cogió un cigarrillo. Buscó también el encendedor pero, como habitualmente le ocurría, no lo encontró. ¡Odiaba no encontrar nunca el encendedor! Recordó que en el bolso grande debía llevar algún otro, era difícil no encontrar cualquier cosa en aquellos bolsos enormes que utilizaba.

Mientras buscaba, aun con el abrigo puesto y empezando a sentir calor, vio su agenda, su neceser, un par de lápices…Vaya! No encontraba por ninguna parte el mechero. Siguió buscando y vio un papel pequeño y bien doblado. Por instinto, lo cogió para ver de qué ticket o nota se trataba y cuando lo vio …no podía creerse lo que estaba viendo.

Era una nota manuscrita. Decía:

“Ahora que tienes la moneda para llamar, sólo necesitas el número al que hacerlo”

Mario XXX

Y tras la invitación, un número de teléfono móvil.

Era Mario. Estaba tan cansada que no lo podía creer. Sonrió, sin duda, y el mismo escalofrío de siempre volvió a recorrerle la espalda. Pero, ¿Cuándo lo habría dejado en su bolso? Se preguntaba una y otra vez.

 Y en ese momento, con la sensación de felicidad todavía caliente entre las manos, fresca todavía en los sentidos, decidió renunciar al cigarrillo y meterse en la cama para arropar los recuerdos, los planes y las emociones.

Un día largo e intenso sin duda.

Y mientras el sueño la invadía y se preguntaba a si misma si le llamaría, no pudo más que sentirse feliz. Muy feliz.

Continuará….

 

 

 

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Segunda Piel / capítulo sexto

04 martes Dic 2012

Posted by April in Segunda piel

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Capítulo Sexto

Entre Sophie y Lucia existía una química especial.

Sophie era una mujer muy bella. Frágil y delicada en su aspecto, aunque fuerte en realidad. El hecho de que constantemente hubiese cambiado de país de residencia le ot otorgaba un saber y una capacidad de adaptación enorme pero, de la misma manera, le había impedido mantener relaciones duraderas. La suya con Lucia, era una amistad intensa, de las que sobreviven a las distancias.

Tenía el cabello cobrizo y la piel muy blanca, como aquellas mujeres de clase alta del siglo XIX. Vestía habitualmente de manera cómoda pero elegante, con un punto “chic” muy francés, y tenía unos enormes ojos de color azul a los que era imposible escapar.

Su mirada era limpia, franca y sincera y a pesar de que su aspecto era distante, derrochaba sensibilidad y generosidad desde un sentido común  que era muy superior al esperado en alguien de su edad.

Sophie era responsable del departamento de Relaciones Internacionales de una importante ONG y ello le permitía viajar mucho. Por supuesto, su absoluto dominio de 5 idiomas y la experiencia de haber vivido en tantos países, le daban la preparación necesaria para ser muy buena en su trabajo, y extremadamente solidaria y consciente de  la búsqueda de un mundo mejor.

Caminaron entusiasmadas hacia el tren. Tomaron el  S-Bahn dirección al centro de Berlín y Lucia tuvo la oportunidad de empezar a conocer el aspecto de la gente Berlinesa. Aquello le gustaba. Estaban tan emocionadas que las ideas iban amontonándose en sus labios con ansiedad y a un ritmo frenético, impacientes por poder vivirse y compartirse. Tenían 6 meses por delante para compartir horas y confidencias pero era tanto lo que habían esperado que hubiera sido necesaria una de las listas de Lucia para ejercer de guión de la escena y no perder ninguna de las cosas que tenían que contarse.

Punto de destino: Hackescher Markt, situado entre Mitte y Friedrichstain. Un barrio bohemio y repleto de pequeños rincones con mucho encanto, cerca de la isla de los Museos.

Lucia no conocía Berlín pero había intentado leer algo acerca de la ciudad que iba a acogerla durante los próximos meses. Sabía que era un lugar maravilloso pero no había tenido nunca la oportunidad de ir antes, y sabía también que el clima era muy distinto del de Barcelona. Hacía frío, mucho frío. A puertas del mes de Diciembre por un momento intentó imaginarse cómo sería allí el invierno de verdad, y un escalofrío le recorrió el cuerpo sólo de pensarlo.

El color del cielo era diferente. Siempre lo es. Lucia pensó en el cielo de Londres, con esa composición de pequeñas nubes de algodón y  un volumen que jamás en otra ciudad había observado. O en el cielo de Nueva York,, tan inmenso y tan protegido por los rascacielos, lo comparó con el cielo de la Cerdaña en la noche, repleto de estrellas que pueden tocarse con la mano…Definitivamente el cielo era diferente en todos los lugares del mundo y Berlín, no se escapaba de su observación y juicio.

Tras ese momento de contemplación, Sophie tiró del brazo de Lucia para animarla a seguir caminando.

– Vamos o me quedaré helada en mitad de la calle.

– Es fantástico Sophie – le dijo Lucia mientras seguía con la mirada memorizando y captando hasta el último detalle de su entorno.

– Sí. Lo cierto es que es una ciudad que te atrapa. No se bién por qué pero  es un lugar que te hace suya desde el primer momento, dime, ¿no tienes la sensación de estar como en casa? – le preguntó con sus ojos azules muy abiertos.

– Exacto. Esa es la sensación que tengo. Es como si antes ya hubiera estado aquí. No se si es porque estoy contigo pero no me siento nada extraña.

– Eso es bueno Luchi! – sonrió Sophie.

Y en esa amplia sonrisa no pudo evitar mostrar toda la felicidad que sentía.

Durante el trayecto habían hablado de cosas importantes. Sus padres, el trabajo, la beca…ya tendrían tiempo de abordar temas más íntimos cuando hubieran dejado el equipaje y tuvieran una buena copa de vino delante y todo el tiempo del mundo.

– Ven, es aquí.

La portería era, como toda la zona donde estaba el apartamento, muy peculiar. Había edificios de estética comunista, fábricas que habían sido reconvertidas en estudio de arte, y del interior de las viviendas, se adivinaban ambientes cálidos y acogedores.

– La gente aquí, en Berlín, sale mucho. Hay mucha gente joven en este barrio, pero las casas suelen ser muy acogedoras. Es por el frío. – y mientras le decía bromeó con un escalofrío.

A pesar de ser un barrio alternativo y moderno, la finca donde vivía Sophie era elegante. Lucia no esperaba menos, su familia era una familia bien posicionada y el trabajo que tenía Sophie, a pesar de ser una ONG, era un trabajo bien remunerado.

Subieron unas escaleras antiguas que les llevaron al segundo piso, y Sophie abrió la puerta dejando pasar a Lucia delante de ella.

– ¡Welcome Home!- dijo con un gesto de cortesía.

Lucia no pudo más que sonreír. Aquel apartamento era precioso. Madera en el suelo, columnas blancas, un gran sofá y espacios diáfanos y amplios.

– Uauuuuu! Sophie. ¡Esto es precioso!

– Esto es tu casa querida Lucia. Ojala no lo fuese sólo por 6 meses – le dijo mientras un pequeño gesto de nostalgia invadía su rostro.

– Sophieeeee! Noooo ¡por favor! No me hagas esto. No nos pongamos tristes. Vamos a pasarlo muy bien y…quién sabe! Quizás encuentro a un alemán guapísimo que me roba el corazón y me hace quedar aquí para siempre.

– Bromea, bromea- le dijo Sophie. Ya te he preparado plan para esta misma noche.

En ese momento, a la mente de Lucia volvió el recuerdo de Mario.         

-¿Quién demonios es este chico misterioso? – pensó fugazmente. El hecho de haberle visto en aquel coche cambiaba todas las suposiciones que se había hecho y sobretodo, todas las impresiones que había  tenido de él durante el vuelo.

– ¡Lucia! ¡Vuelve aquí!- y con un grito divertido Sophie rescató de sus pensamientos a Lucia.

– Si claro. Perdona. Estaba pensando en mis cosas…

Y como si de un espejo se tratase, en el rostro de Sophie se reflejaron los pensamientos de Lucia. La situación concluyó con una sonrisa de complicidad que ambas se regalaron.

-Ven, te enseñaré tu habitación y el resto del apartamento.

Sophie había dispuesto, dulcemente, toallas limpias, una colcha hecha de patchwork  en tonos beiges, naranjas y crudos y un jarrón con flores. Liliums blancos. Sus preferidas.

– Ohhh, ¡querida! Tú siempre tan amable y tan detallista.

 – De acuerdo, en una hora salimos a cenar – le dijo. Date una ducha y ponte guapa. Si quieres podemos dejar el equipaje para mañana.

– Pero…¿crees que es buena idea salir hoy?

– Lo es Lucia. Lo es si no quieres morir de hambre- bromeó.

– ¡A sus ordenes!- y con un gesto de obediencia absoluta y una amplia sonrisa se dispuso a dejar sus maletas sobre un banco de madera decapada que había justo delante de la cama de matrimonio.

Lucia hizo un repaso rápido de lo que había echado en su maleta. Hacía frío así que, no dudó en ponerse algo de ropa cómodo y sobretodo, calentito. Lucia era extremadamente friolera. No era capaz de pensar si sentía frío y cuando lo sentía, el mal humor se apoderaba de ella sin poder controlarlo, así que, si tenía que conocer a los amigos de Sophie, no era buen plan mostrarse antipática y malhumorada.

Optó por unos vaqueros ajustados y oscuros, un jersey de lana  amplio y largo y unas botas nuevas de color camel de media caña. Se recogió el pelo con una coleta y se maquilló ligeramente. Lo suficiente para ocultar los rasgos de cansancio que le había causado el viaje y los nervios del traslado.

Frente al espejo, miró su imagen. 

Indudablemente la belleza es algo que se genera dentro de nosotros. – pensó.

Nadie que no es feliz puede mostrarse bello y Lucia, esa noche, se sentía feliz y por ello, irradiaba belleza.

Cogió un bolso pequeño negro con tachuelas y una carabela de Alexander Mcqueen y metió dentro dinero, su tarjeta de crédito, el móvil y un paquete de tabaco.

– Tengo que dejar de fumar- pensó.

 Pero mientras lo pensaba cayó en la cuenta de que necesitaba más que nunca un cigarrillo.

Abrió la puerta de su habitación y se dirigió al comedor. Allí estaba Sophie, guapísima y lista para enseñarle la ciudad nocturna de Berlín.

– ¿Lista my darling?- le dijo.

– !Lista!

Y con aire decidido bajaron las escaleras para dirigirse a cenar algo.

Al llegar a la calle la temperatura había bajado unos cuantos grados. Ahora empezaba a entender cuando la gente le advertía. Tomaron un taxi.

–  Köpenicker Strasse, Spinderklatt bitte.

– Gut

En ese instante sonó la alarma de un nuevo mensaje en la BB de Lucia. Ella mostró cara de sorpresa y Sophie, mirándola intrigada le preguntó:

– ¿Todo bien?

– Ehhh, sí. Creo.

– ¿No será tu amigo el del avión? Ese del que aún tienes que contarme y que ha hecho que no borres la sonrisa de los labios desde que aterrizaste.

– Ehhh. No. Es un e-mail de André.

Y a Sophie mostró un gesto de sorpresa a la vez que de satisfacción.

– Bien. Buen comienzo.

Era 26 de Noviembre del 2002. La aventura de Lucia acababa de empezar.

Continuará….

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Segunda Piel / quinto capítulo

27 martes Nov 2012

Posted by April in Segunda piel

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april, libro, segunda piel

Capítulo Quinto

Antes de que volvieran a hablarse de nuevo se hizo un silencio. Un silencio dulce repleto de pensamientos y de planes para Lucia. Había olvidado sus nervios respecto a Berlín, su entusiasmo de volver a ver de nuevo a Sophie –su gran amiga-, su nostalgia de dejar Barcelona por unos meses. Había cambiado todas esas sensaciones por una nueva, desconocida y asombrosamente fascinante, y aprovechó ese silencio que se había producido entre Mario y ella, para recrearse en lo que aquella situación le provocaba.

-¡Vamos a por todas! – se dijo a si misma. Y buscó en su escaso repertorio la frase adecuada para abordar ese silencio con el suficiente ingenio.

-¿Trabajo o placer? – Y así, replicando su pregunta, pretendiendo reproducir la misma sensualidad que había captado de sus labios cuando él preguntó y con una media sonrisa de absoluta complicidad, esperó su reacción.

Mario le miró entendiendo el juego que ella había iniciado. Ya no se trataba de algo casual, ahora los dos habían decidido hablar el mismo lenguaje aunque, Lucia desconocía, que Mario era mucho más bueno que ella en esos menesteres.

-Ambos. Espetó con una respuesta breve y acompañado de una tímida sonrisa cargada de intención.

-¿Ambos? – pensó ella. ¿Qué demonios querrá decir con A-M-B-O-S? Ambos podría ser que trabajara allí y viviera allí también. Quizás estaba casado con una alemana y había ido a visitar a sus padres a Barcelona…..por eso regresaba a Berlín donde vivía….o quizás vivía en Barcelona pero iba por trabajo a Alemania y allí conocía a una guapísima rubia que haría que su viaje no fuese exclusivamente de trabajo….mmmm……

-¿Por qué siempre aparece una mujer en mis suposiciones?- se preguntó a si misma Lucia.

Tal vez no podía creer que alguien tan atractivo como él no tuviese pareja. Se dispuso a volver a preguntar. De hecho, él le había dejado la puerta abierta para que lo hiciera con aquella respuesta tan ambigua.

-¿Ambos? – Siempre es interesante poder combinar trabajo y placer. Si uno no disfruta trabajando, la vida es mucho más aburrida, ¿no es cierto?

-Lo es. Pienso exactamente igual que tu. – y con su respuesta evadiendo cualquier intención parecía que la tensión iba deshaciéndose.

Un par de sorbos más de vino, y pronto la conversación fue volviéndose más relajada, cómoda, casi íntima. No por el contenido sino por la textura del momento. Cálida y fluyendo como si toda la vida hubieran charlado.

Los ojos de Mario miraban a Lucia fijamente cada vez que ella, entusiasmada, le explicaba algo.

-Sophie es mi mejor amiga – le contaba Lucia a Mario mientras hablaban de si viaje a Berlín. Su padre es diplomático y ella siempre ha estado viajando de aquí para allá. Fijó su residencia durante muchos años en Barcelona y así es como ella y yo nos conocimos. Ella es francesa pero tiene alma de española y, su padre, ¡su padre es de todas partes!

– ¿Así que vas a quedarte todo este tiempo con ella en Berlín?

– Sí. Estoy loca por verla. Hace mucho que no nos vemos y tengo tanto que contarle….

– ¿Le contarás un chico indiscreto no te ha dejado descansar durante el vuelo?

Lucia volvió a sentir ese escalofrió por la espalda que ya reconocía como habitual cada vez que Mario le hablaba con ese tono seductor. Ese que le hacia nublar su capacidad de contestar espontáneamente y que la paralizaba los músculos de la lengua.

– Le diré que he conocido a alguien…pero que es como si ese alguien hubiera estado siempre ahí.

-¿eso crees? ¿Así es como te sientes Lucia?- preguntó él misterioso.

– Lucia bajó la mirada. Entrelazó sus manos en un gesto de nerviosismo y volvió a levantar la mirada para contestar. Pero no pudo y de nuevo, un silencio repleto de respuestas invisibles contestó a su pregunta. No hacía falta responder.

Buenas tardes señoras y señores pasajeros. Dentro de unos momentos tomaremos tierra en el aeropuerto de Schönefeld. La temperatura allí es de 2 grados pero el tiempo es tranquilo. Asegúrense que el respaldo de su asiento está en posición vertical, el cinturón abrochado y su mesa sujeta. El comandante y toda la tripulación esperan hayan tenido un vuelo agradable y confían en verles nuevamente a bordo. Muchas gracias.

Ohhh no! Estamos a punto de llegar- pensó Lucia.

Ni siquiera había podido averiguar dónde iba a hospedarse, ni si iba a estar muchos días. Sin darse cuenta, toda la conversación había girado en torno a ella. Necesitaba saber si podría volver a contactarle.

-¿Vas a quedarte muchos días? – preguntó Lucia.

-No lo se con exactitud. Depende de como vayan las reuniones y los compromisos que tengo.

-Vaya! ¿Siempre eres tan ambiguo en tus respuestas?- le preguntó ella sintiendo un ligero rubor que alcanzaba sus mejillas.

-No. Siempre no. Sólo a veces – sonrió, siendo muy consciente de que ese juego estaba empezando a poner nerviosa a Lucia.

-Lucia – y se giró para mirarla mientras le decía- Berlín no es tan grande. Tienes que confiar en el destino. ¿Crees en el destino?

– ¿El destino?- y sus cejas se arquearon en un signo de interrogación- No. Sí. ¡No sé!. Nunca antes me lo había planteado.

– Pues hoy es el primer día en el que vas a empezar a creer – le dijo Mario.

Durante los momentos en los que el avión tomaba tierra el silencio volvió a apoderarse de la situación, y Lucia aprovechó ese silencio para poner en orden todo cuanto había ocurrido. Iba a considerar ese vuelo como una dulce aventura que, muy probablemente, no iba a tener continuidad.

Así lo entendía ella porque Mario no estaba por la labor de facilitar un contacto posterior ni de quedar con ella en Berlín. Estaba claro que tenia a alguien esperándole allí y que no tenia más intenciones que la de haber pasado un rato agradable. Era un seductor, es cierto, pero eso no implicaba que pretendiera nada con ella. Mario pertenecía a esa tribu de hombres capaces de seducir a las piedras. Era parte de su personalidad. Era ese tipo de hombres que inunda una estancia cuando entran en ella. Que tienen un magnetismo muy particular y que además, lo saben. Pero eso estaba muy lejos de considerar que, después de las más de dos horas que habían compartido, hubiera alguna intención por parte de él.

Lucia recordó entonces las palabras de su amiga Sophie cuando ante situaciones parecidas le preguntaba:

– No pienses en que pretende y quiere él. Piensa en ¿qué quieres o esperas tu?

Pero Lucia no estaba preparada para responderse a si misma esa pregunta, así que, aceptó que una vez aterrizado el avión, Mario saldría de su vida para siempre.

– Dieser süße Fahrt kam zu einem Ende – susurró Mario en un alemán con acento perfecto.

– Lo siento…vas a tener que traducirme porque no soy capaz de entenderte, aún.

– Nada importante. Hablaba conmigo mismo – dijo Mario.

Mario alcanzó a coger el bolso de Lucia y se lo dio.

– ¿Siempre llevas el bolso abierto?- le preguntó para distraer su atención acerca de lo que acababa de decir.

– Sí. Es una malísima costumbre.

-¡Ten cuidado! – podrían robarte…..

Lucia le regaló una de sus mejores sonrisas esperando que Mario la guardara para siempre. Mientras el resto de pasajeros iban saliendo, en el mundo de Lucia imperaba un sentimiento de nostalgia.

Caminaron juntos hasta la cinta de recogida de equipajes y esperaron a que sus maletas salieran.

-¡Por fin! – Ahí está – dijo Lucia con cierto alivio al ver su maleta y tener la seguridad de que no se había extraviado su equipaje.

– Permíteme- le dijo Mario mientras cargaba con su maleta. !Aquí está! ¿Vamos?– le sugirió Mario.

– ¿Y la tuya?

– Yo no he facturado equipaje Lucia.

Lucia se extrañó y no pudo evitar preguntar. Posiblemente esperaba una respuesta que le devolviera la esperanza de pensar que Mario iba a pedirle una cita.

– Y si no tienes equipaje, ¿Por qué has venido hasta la cinta de recogida de equipajes? – le preguntó en un tono entre sarcástico y dubitativo.

-Porque soy un caballero, aunque es normal que eso tu aun no lo sepas. Y porque, sencillamente, me apetecía acompañarte.

Lucia no pudo más que sonreír.

– Vamos entonces. Ya tengo mi maleta.

Caminaron juntos hasta salir del interior del aeropuerto. Lucia mantenía la duda de quien le podría haber venido a buscar. Tal vez así tendría más información de quien era y de a que se dedicaba.

Se abrió la puerta de “llegadas” y entre cientos de personas, la sonrisa de Sophie destacaba por encima de cualquier imagen.

Estaba bellísima y feliz de rencontrarse con Lucia. Ninguna de las dos fue capaz de contener el entusiasmo y en un arranque de espontaneidad, Lucia soltó el abrigo y corrió en busca de Sophie, dejando a Mario con su maleta en mitad del pasillo.

Se abrazaron durante unos minutos y se besaron con fuerza. Había, entre Sophie y Lucia, una química especial y era fácil adivinarlo tan solo con observar la imagen del rencuentro

Cuando por fin Lucia logró superar ese momento de entusiasmo, cayó en la cuenta de Mario.

Estaba a tres metros de ellas. Atento, contemplativo y inmóvil. Observando el interior de Lucia, en un intento de absorber de ella y de su actuación, hasta la última gota de sentimiento que era capaz de regalar. Le desbordó la pasión con la que Lucia era capaz de mostrarse.

Lucia miró a Sophie en un gesto de complicidad digna de buenas amigas y con una mirada le pidió un minuto. Se acercó a Mario y le miró con una gran sonrisa en los labios.

-¿Feliz?- le preguntó él mientras con sus dedos recogía el resto de una de sus lágrimas.

-¡Mucho!- pero el gesto de Mario al rozar su cara le intimidó y le devolvió a su timidez.

-Me alegro. Ya sabes…..el destino. Es el responsable de que hoy te hayas encontrado con Sophie.

-¿Te veré?- susurró Lucia con un hilo de voz.

-Nunca se sabe Lucia. Las cosas no son siempre fáciles.

Lucia tomó su respuesta como un claro no, pero aun así, no sintió la tristeza de una despedida.

Se acercó y le dio dos besos. Mientras él, tomo su cabeza con las dos manos y mientras le dabas dos besos, acarició su pelo con las dedos.

Lucia volvió a sentir una corriente eléctrica que explicaba muchas cosas.

– Cuídate mucho Lucia Álvarez.

-¡Lo haré!

Y así, con la sensación del calor de sus manos aun en su cuerpo y con una sonrisa arrebatadora, se alejó de Lucia camino a la puerta de salida.

-¿Vas a explicarme que está pasando aquí Luchi? – Sophie, sonriendo, no podía creer lo que acababa de ver.

-Bueno….vas a tener que esperar a que me reponga – le contestó Lucia sonriendo.

Salieron juntas hacia la calle y caminaron dirección a la estación de tren. Cuando iban por la pasarela que conecta el aeropuerto a la estación, Lucia sintió la necesidad de girarse. Una especie de fuerza la atrajo de nuevo a mirar a la puerta del aeropuerto sin motivo alguno, y al girarse, le vió. Allí estaba él de nuevo. De pie, elegante, lleno de intrigas, mirando hacia el interior del aeropuerto mientras sujetaba abierta la puerta de un coche negro de lujo, y a punto entrar.

-Pero…!caray! ¿Mario era un tipo rico?- pensó mientras miraba el coche al que estaba a punto de subir – Y no entendió nada.

– ¿Qué ocurre Lucia? – le preguntó Sophie al ver su gesto de sorpresa.

– Nada, nada….. El tipo con el que he estado hablando…..que nada es nunca lo que parece Sophie.

Y así, pensando en él, con la intriga de lo que acababa de ver, se dispuso a entregarse a la aventura Berlinesa y a su nueva vida que acababa de empezar, pero sin dejar de pensar en él.

Continuará….

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Descuentos en CUPLE!

26 lunes Nov 2012

Posted by April in Moda, Shopping

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april, blog, cuplé, moda, zapatos, zapatos novia

Fantástica cada temporada la colección de CUPLÉ. Tienes unos diseños muy femeninos y poco vistos. No imitan, ni copian ni intenta parecerse a nadie…tienen persanalidad y calidad.

Desde que los descubrí, cada temporada me sorprenden con algún imprescindible! Entrar a su web (www.cuple.com) que la verdad no le hace justicia a lo que después en la tienda podéis encontrar….y ojear! Tienen colección de novia, zapatos, bolsos, complementos y algunas piezas de ropa.

Os dejo un descuento para que lo aprovechéis!  y algunas imagenes de sus modelos de la colección Otoño / Invierno 201-2013. Espero que os guste.

Yours, April

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